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Ficha del libro |
El tema era delicado: La redención. Las culpas sobre el amor. ¿Cuál es el límite entre la obligación y el amor? ¿Entre el deseo y la razón? ¿Entre lo que prometemos y lo que ansiamos, si van en dirección contraria?
A partir de ahí es el argumento el que debe defender mis tesis sobre lo que creo que debe ser la actitud ante los conflictos de amor.
Y ahora me dejo de rollos y os cuento el argumento:

Los personajes nos hablan de la novela:
Creo que no nos conocemos. Mi nombre es Daniel. En verdad Daniel N., pero el significado de la N es algo que hace años aprendí a no contarlo. No me importa decir mi edad. Treinta y pocos. Quienes me conocen dicen que soy un tipo poco común. Como no me dejas adjuntar una foto tendré que describirme: tengo el pelo muy rubio y los ojos grises. Me gustan los tatuajes, quizá porque quien me conoce dice que soy vikingo y estos tipos rudos flipaban con ellos. Por eso llevo varios por todo el cuerpo que no están ahí al azar. Deportista por pasión y vividor, o al menos lo he sido, por afición. Mucho tiempo después, Camila me confesó que la primera vez que me vio no dudó de que era el protagonista del spot del perfume Invictus. ¡Cosa de mujeres! Soy periodista de profesión, curioso, inquisitivo, y creo tener claro lo que quiero y qué precio soy capaz de pagar por ello.
Si tengo que poner la mano en el fuego por algo es porque nunca me han atraído especialmente las morenas. Tampoco las mujeres mandonas, sabiondas y que intentan a todas horas quitarme de en medio. ¡A mí, que solo tengo que decidir el dónde cuándo me gusta una mujer! Por eso no lo logro entender qué me atrae de Camila.
Nuestro primer encuentro, el de Camila y yo, fue el peor encuentro. Aunque no te lo creas yo estaba desnudo y cubierto de espuma. Ella prepotente, como muy a menudo, y sabiendo llevarme al borde de la paciencia. Una mujer bonita al otro lado de un mostrador, en un instante donde ambos seguro que pensábamos algo parecido a esto del otro: con ese/esa, ni muerto/a.
***
Sobre Daniel puedo contarte algunas cosas de esa primera vez que nos vimos. Que el tipo era de infarto no lo dudé en cuanto lo vi, pero ahí terminó todo. En el momento en que me enteré de que había sido elegida para ser su cicerone me entraron náuseas y después palpitaciones. Si algo tengo claro es que no voy a dejar que ningún Robafuegos (tendrás que leer la novela para saber qué son…jajaja) va a entrar en mi vida y este Daniel es uno de manual.
Todas las sospechas se confirmaron cuando tuve que acompañarlo al hospital. Él no solo flirteó con la enfermera delante de mí, sino que no tuvo el menor pudor en quitarse la ropa, en pavonearse como un pez globo y en decir tal sarta de estupideces que sentí nauseas. ¿Cómo puede una mujer enamorarse de un tipo así?
Una escena que abra el apetito:
—¡No hay
agua! ¡No hay ni una jodida gota de agua!
Camila
escuchó la voz por encima de la música de Red Hot Chili Peppers que sonaba
en sus auriculares, por lo que llegó a la conclusión de que alguien debía
estarlo gritando. En verdad hacía rato que le había parecido oír palabras más
allá de la música, pero eran las dos de la madrugada, la puerta de acceso al
hotel estaba cerrada con llave y en el edifico, aparte de ella, solo estaba
alojado un tipo que debía llevar horas durmiendo… o no.
Solo
entonces levantó la cabeza y abrió los ojos, dejando de aporrear la guitarra
inexistente que tocaba siempre que escuchaba a los Chili Peppers a solas… y lo
vio.
El tipo
que estaba delante de ella, justo al otro lado de la recepción, estaba desnudo.
O casi.
Solo se
cubría con la toalla que a duras penas se mantenía atada a su cintura y donde
resaltaba, en un azul profundo sobre blanco, el letrero «Hotel Savoy». Pero eso
no era lo más extraordinario. Aquel hombre estaba cubierto de espuma. Su
cabello se perdía entre una montaña de pompas blancas, y sus hombros, y sobre
su pecho. Los ojos enrojecidos podían deberse a eso, o quizá al tremendo enfado
que parecía llevar encima. Estaba descalzo y la señal húmeda de sus pisadas
atravesaba la alfombra del vestíbulo hasta perderse por las escaleras.
A Camila
no le quedaron dudas, era el único huésped del hotel.
Tras la
primera impresión decidió que lo mejor era darle a aquella situación apariencia
de normalidad.
—No tenía
por qué haber bajado, señor —le dijo con más inocencia de la que sentía—. Podría
haber llamado desde el teléfono de la habitación…
—Y eso he
hecho durante quince minutos —dijo él señalándola con un dedo mientras que con
la otra mano intentaba que la toalla no se le cayera—, pero nadie me ha
contestado, y ahora veo por qué.
Camila
decidió que pasaría aquellas malas maneras por alto y, con total parsimonia,
decidió dedicar unos segundo a estudiar a aquel espécimen que berreaba delante
del mostrador.
Era
bastante alto, mucho más que ella. Por encima del metro ochenta. Lo siguiente
que resaltaba era su buena forma física. Aquel tipo debía ser deportista o algo
por el estilo. Le vino a la cabeza el rugbi aunque también el waterpolo.
Decidió que podía ser atractivo a pesar de parecer en aquel momento un
hombre-merengue. Sus ojos se vislumbraban claros, grises o verdosos, aunque
ahora estaban inyectados en sangre. Y tenía una boca atractiva, eso era
indiscutible. Le llamó la atención un par de tatuajes, uno sobre el pectoral
derecho en forma de planta que se retorcía sobre sí misma, y el otro, nada más
que una palabra, bajo el izquierdo, que no pudo leer porque estaba
semienterrado en aquel mar de espuma.
Su
compañera tenía razón. Era un ejemplar perfecto de Robafuegos, con todas las papeletas para protagonizar un nuevo
anuncio de «Invictus». De hecho había elegido para medio cubrirse la toalla en
vez del albornoz que debía estar colgado tras la puerta del baño, una señal
inequívoca de que aquel tipo tenía un subconsciente Robafuegos a destacar.
—Entonces…
¿puedo ayudarle en algo, señor? —preguntó Camila obviando lo evidente.
Él lo
encajó mal y reaccionó poniendo las manos sobre las caderas, lo que le daba un
aspecto amenazante.
—¿Usted
qué cree?
—La
caldera ha debido fallar de nuevo…
—¿Y cómo
piensa que me voy a quitar todo esto de encima?
A Daniel
aquella mujer le parecía exasperante. Había estado en muchos sitios, en muchos
hoteles, pero jamás se había encontrado tan desatendido como allí.
—Quizá
haya abusado del champú —dijo ella sin poder apartar la mirada de la montaña
espumosa de su cabeza.
Él la
observó en silencio durante unos segundos. Entornó los ojos y la miró de una
forma que sabía que podía llegar a intimidar.
—¿Se está
burlando de mí? Le advierto que no tengo humor para sus payasadas.
Aquello
empezaba a ser desagradable. Aquel tipo parecía no tener un ápice de sentido
del humor.
—Oiga,
que yo no le he faltado al respeto.
—Pues
llame a alguien —insistió su huésped—. Busque una solución.
—Son las
dos de la madrugada. Nadie se baña a esta hora.
Ya era
suficiente que el agua se hubiera cortado a mitad de una ducha. Ya era bastante
que en recepción no le hubieran cogido el teléfono. Incluso era excesivo que
hubiera tenido que bajar desnudo hasta el vestíbulo para hacerse oír… pero
aguantar las impertinencias de aquella mujer sobrepasaba todos los límites.
—Señorita…
—se acercó para leer su placa— Blancar… me importa un bledo lo que hagan los
demás, me importa un bledo lo que opine usted. Haga lo que deba pero quiero
terminar mi ducha. Ahora.
Ella tuvo
que inspirar para no darle una bofetada. Su madre no se lo perdonaría. Y menos
con el único huésped de aquella semana. El que perimiría que pagaran a la
lavandería o al fontanero. No tuvo que rebuscar mucho entre los ordenados
papeles de la recepción para encontrar la ficha de hospedaje, e hizo como que
la leía.
—Señor…
Daniel N. Soto —remarcó la letra solitaria, segura de que eso le ofendería—. No
voy a hacer nada. No hasta que amanezca. No hasta que hacerlo sea realmente
posible. No voy a despertar a nadie porque a usted le haya apetecido darse una
ducha a las dos de la madrugada. Y si le molesta —señaló en dirección a la
puerta—, hay un hotel a treinta kilómetros por esa carretera.
Aquel
hombre apretó los puños, los abrió y los volvió a cerrar con fuerza. Por un
momento Camila estuvo segura de que la toalla se le resbalaría por las caderas.
—Usted…usted.
—Hay más
toallas en al ropero —dijo ella dando por zanjada la conversación—. Con
limpiarse un poco toda esa espuma al menos parecerá normal.
Él le
lanzó una mirada asesina y Camila tuvo la certeza de que acababa de ganarse a
un nuevo enemigo. Si aquel tipo hacía una queja formal al día siguiente su
madre tendría una larga y tediosa conversación con ella, pero hasta eso podría
soportar recordando el placer que le acababa de producir poner a aquel tipo en
su sitio.
El
huésped, Daniel, sin más se dio la vuelta y subió los escalones a la planta
superior de unas pocas zancadas. Sí, debía ser deportista, porque la habitación
204 estaba justo en el otro extremo del edificio y acababa de escuchar cómo la
puerta se cerraba de un portazo.
Desde LecturAdictiva damos las gracias a José de la Rosa por la presentación.
Me ha encantado la presentación y la escena que acabo de terminar... es verdad que abre el apetito. No me lo perderé.
ResponderEliminarGracias
Menuda pintaza !! Quiero a ese robafuegos, ya !!!
ResponderEliminarGracias por la presentación !
Además de por el argumento, lo firma Titania... me gustará seguro
ResponderEliminarGracias
me gusta como escribe este escritor lo apunto a mi lista
ResponderEliminarA este le tengo echado el ojo hace tiempo. Tiene una pinta estupenda.
ResponderEliminarMuy buena pinta, me lo apunto!
ResponderEliminarMe lo leí en digital y me encantó. Es una maravilla.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la historia, un libro muy recomendable.
ResponderEliminarMe han hablado muy bien de este libro y la tentación es enorme. ¡Espero poder adquirirlo pronto para corroborarlo!
ResponderEliminarDesde que salió le tengo echado el ojo ^^
ResponderEliminar<3
Tengo pendiente a José de la Rosa desde hace mucho y este libro lo tengo en mi lista desde que vi que sacaba nueva obra. Aún no he tenido la oportunidad de leerlo, pero en un momento u otro seguro lo haré.
ResponderEliminarNo he leído nada de José de la Rosa pero sí que he visto que sus libros tienen buena pinta. Creo que empezaré por este libro.
ResponderEliminarhe leido criticas buenisimas de este autor y estoy deseando leerlo. gracias
ResponderEliminarNo he leído nada aún pero me han dicho que es el autor masculino que mejor escribe romántica
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarEste no lo he leído todavía, pero Tierra Firme y los dos de Siete razones me encantaron.
Un beso
¡Adoro a José de la Rosa! Y esta novela es muy especial... Con este hombre es imposible que no te quedes embobada cada vez que habla y sus historias son AMOR con mayúsculas ;)
ResponderEliminarParece que hay tensión entre los dos protagonistas... Y además, Daniel debe de tener todo un cuerpazo según las descripciones. Me gusta la historia por el misterio que rezuma y los personajes.
ResponderEliminarTodo lo que he leido de Pepe no me ha decepcionado en absoluto, por eso esta novela no me la pienso perder. Me ha gustado mucho la presentación y la escena, y viniendo de Jose de la Rosa imposible perdersela.
ResponderEliminarPepe ya me fascina, y eso que aún no he leído nada suyo jaja Pero sólo de seguirlo en las redes sociales, tiene un carisma que sin duda debe plasmar en sus obras. A ver si me pongo las pilas,y empiezo con esta historia, pues me atrae muchísimo el argumento.
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