domingo, 4 de junio de 2017

El rincón del escritor: Alexandra Roma nos presenta Hasta que el viento te devuelva la sonrisa

¿Qué pasa con la reina del baile cuando termina el instituto? April lo tenía todo: el chico de sus sueños, una beca para una prestigiosa universidad y un prometedor futuro en Nueva York. Pero a veces la vida golpea y zarandea, y solo hicieron falta dos faros cegadores y un hombre desesperado para que le arrebataran su soñado final de cuento de hadas. Tras el trágico accidente, su presente está en ruinas y April se aferra a los recuerdos y a un futuro incierto. Sin embargo, justo cuando menos se lo espera, regresa un fantasma del pasado. Alguien que se ha roto y recompuesto tantas veces que puede tener la fórmula para que ella también lo logre.


Ficha del libro








Introducción del autor:

Alexandra Roma (Madrid, 1987) es una adicta a la tortilla de patatas, lectora insaciable y consumidora compulsiva de series y películas, quien, de vez en cuando, escribe artículos, novelas, guiones, etc. Es una soñadora a la que le gusta que la vida le sorprenda e imagina su futuro con muchos gatos y las zapatillas desgastadas de recorrer el mundo. Ha publicado Latidos de una bala y la bilogía Aura cambia las zapatillas por zapatos de tacón.

Hasta que el viento te devuelva la sonrisa es su novela más importante, no solo por ser la ganadora de la quinta edición del premio de obra social La Caixa y Plataforma Editorial, sino porque le devolvió la voz. Después de casi diez años escribiendo y enfrentándose a las negativas editoriales hace un par de años su hada madrina Esther Escoriza le abrió las puertas del paraíso de las manos del Grupo Planeta. Y se bloqueó. Tanto tiempo persiguiendo la meta y cuando la consiguió se quedó sin ideas.
Lo intentó con casi ocho novelas, pero no lograba conectar con los personajes, encontrar el alma de la historia y desistió. Si escribir no era sinónimo de disfrutar no merecía la pena. Sin embargo, el universo a veces conspira para demostrar que estamos equivocados. Con ella lo hizo una noche mientras tenía puesta en la televisión la película Los imprevistos del amor a través de la visión de una escena que se le clavó en la piel, una que no era entre la pareja protagonista sino entre los dos chicos, Sam y Sebastian. 

Recuerda que esa noche tecleó el prólogo hasta las cuatro de la mañana. Lo hizo con los dedos golpeando con la fiereza propia de quien echaba de menos escribir, el corazón golpeando con potencia, la piel de gallina y la respiración acelerada. Terminó llorando de alegría como un bebé. Los había encontrado. A ellos. Y todavía no sabía que le quedaba el viaje más alucinante a su lado cuando supo que eran especial. Le habían regalado ilusión.

Los personajes nos hablan de la novela:

El viento: Llevo viendo sonrisas en los rostros desde el inicio de mi existencia. Rozándolas. Las de felicidad. Las de nostalgia. Y esas que surgen entre besos en los que me logro colar. La de April era de las más especial. Ella lo era. Cuando me rozaba bailando sin parar, corriendo en el campo con los pompones y riendo sin tregua con la rubia de pelo rizado que siempre la acompañaba. 

Sin embargo, desapareció. Una noche lo hizo. Una en la que por primera vez experimenté lo que era sobrecogerse cuando la gente se da refriegas porque dice que me he colado en su piel. Fue como si el mundo perdiese un color. Por eso la robé cuando me la encontré vagando perdida, con la esperanza de que ella alguna vez la quisiera de nuevo, de que alguien le mostrase que no era justo que nunca más la volviese a mostrar, que el universo sufría, que su sonrisa era el motor por el que latían muchos corazones conectados. Entonces llego él. El mismo al que había acompañado mientras se partía en mil pedazos. Una estrella fugaz que había caído tantas veces que podía mostrarle el camino para subir de nuevo al firmamento. Y miré hacia arriba con la esperanza de volver a ver brillar de nuevo a April algún día. 

Una escena para abrir el apetito:

–No hay prisa. 

–Colocaste un dedo sobre mis labios.

–Supongo que esperabas que sellásemos esta declaración…

–Yo contigo lo espero todo. –Me miraste fijamente. –Cuando estés lista. Ni un segundo antes. 

–Pero las parejas normales… 

–¡Dios me libre de que algún día lo seamos! –Sonreíste–. No tenemos que hacer lo mismo que el resto del mundo. Somos lo suficientemente creativos para inventar nuestras propias etapas. 

–¿Qué propones? – Ladeaste la cabeza y te mordiste el labio. 

–Quiero hacerle el amor a tu rostro con los dedos. Quiero que mis yemas recorran cada centímetro dejando huellas impregnadas en la carne. Quiero llevármelo a Nueva York tatuado en mi piel. 

Y lo hicimos. Entre fotos en las que no mirábamos a la cámara con la noria detrás, cerramos los ojos y nos dedicamos a pasear por el rostro del otro. Frente. Nariz. Cejas. Mejillas. Labios. Barbilla. Párpados. Todo. Nada se salvó. Puede que la gente no lo comprenda. Puede que si algún día lo cuento se rían de nuestro gesto. Puede que les resulte insignificante. Nada importa. Esa noche mi alma estalló en su primer orgasmo.




Desde LecturAdictiva damos las gracias a Alexandra Roma por la presentación.




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