Carlos no puede quejarse de su vida, tiene trabajo y se ha ido a vivir con su novia, Vanessa; una chica dulce, lista y muy hermosa. Sin embargo sólo consigue sentirse realmente vivo cuando coge su guitarra y toca con el grupo de música que cofundó con sus dos amigos de siempre, Ana y Javier. Cuando surge la idea de coger los bártulos e irse a tocar de pueblo en pueblo, tiene que plantearse cuál es la vida que quiere y cuáles son sus verdaderos sentimientos hacia Ana.
Ficha del libro
Él nos habla de la novela:
Me llamo Carlos, trabajo de camarero y me he ido a vivir con Vanessa. Es una chica dulce, hermosa, inteligente… La chica perfecta. Todo el mundo me dice que tengo mucha suerte. Y sé que tienen toda la razón del mundo.
Me llamo Carlos y soy músico. Toco en un grupo de rock con mis dos mejores amigos, Javier y Ana. También forman parte del grupo David, Sergio y Elena. Tocó la guitarra. Llevo haciéndolo desde que era tan pequeño que casi ni me acuerdo. Es lo que más feliz me hace.
Me llamo Carlos y tengo dos vidas que no consigo unir en una sola. Y no entiendo el motivo… O quizás sí. Quizás es porque no consigo superar mis sentimientos hacia Ana.
Una escena que abra el apetito:
Se
despertó de golpe. Sudando. Y durante unos instantes no pudo distinguir nada en
la oscuridad que reinaba en la habitación. Tenía la respiración agitada. Su
corazón iba extrañamente rápido. Se pasó la mano por el pelo e intentó
controlar su propio cuerpo. Poco a poco sus ojos se fueron adaptando a la
escasa luz. Miró hacia su derecha. Ella dormía a su lado, plácidamente. La
observó en silencio durante unos instantes, luego salió de la cama.
Su
guitarra yacía en una esquina de la habitación, mirándole fijamente,
expectante. Y él tenía tantas notas flotando por su cabeza y tantos
sentimientos encogiéndole el corazón que no lo dudó ni un solo segundo. Cogió
la guitarra y salió de la habitación. Se sentó en un sofá del salón y sacó, muy
lentamente, la guitarra de la funda.
Era,
casi, como un ritual. O, más bien, como un acto de seducción. Como ir
desnudándola lentamente. Rozándola, casi sin tocarla. Recorriéndola de arriba
abajo. Sintiendo su tacto y reconociendo cada rincón como si fuera una parte de
sí mismo.
Y
empezó a tocar. La misma canción de siempre. Y no sabía por qué siempre
empezaba con esa canción; se había convertido, más que en una rutina, en algo
tan intrínseco, tan inconsciente que ni siquiera se lo planteaba.
La
música le rodeó, le abrazó con fuerza y delicadeza. Cuando tocaba era como
trasladarse a otro mundo, era llenarse de paz pero a la vez de una energía, de
una vida, de un remolino que le apretaba el estómago...
No
supo cuánto tiempo estuvo tocando, podía pasarse horas con su guitarra, tocando
viejas canciones e inventando y componiendo nuevas canciones. Desde que podía
recordar su vida había estado ligada a la música. La música era lo más firme,
lo más seguro que había tenido... Incluso había conocido al amor de su vida
tocando...
Se
quedó parado unos instantes tras ese pensamiento que había aparecido de golpe
en su mente. Se pasó la mano por el rostro mientras suspiraba, luego sacudió la
cabeza y buscó, en la funda de la guitarra, su cuaderno de canciones. Pasó las
páginas hasta que llegó a la canción que habían dejado a medias dos días antes.
La habían dejado reposar porque habían acabado atascándose en la tercera
estrofa pero ahora se sentía lleno de energía, las notas le daban vueltas por
la cabeza y tenía ese extraño cosquilleo que le indicaba que estaba inspirado.
Justo cuando tocó la primera nota oyó como se abría la puerta del salón; subió
la vista y entre las sombras distinguió a Vanessa mirándole fijamente.
─
¿Qué haces ahí? ¿No has visto la hora que es?
─
Me he despertado y no podía dormir.
─
Anda, ven a la cama... No es hora de tocar la guitarrita.
Vanessa
desapareció entre las sombras del pasillo. Carlos suspiró, miró la canción
escrita en el cuaderno y después lo guardó, junto a la guitarra, en su funda.
No quería que Vanessa se mosquease y empezaran ya mal el día.
Dejó
la guitarra apoyada en una pared del salón y se fue al dormitorio. Vanessa se
había vuelto a meter en la cama y le daba la espalda. Ya se debía haber
cabreado. Carlos suspiró y se metió en la cama. Se acercó a Vanessa y le dio un
beso en el pelo.
─
Mañana tenemos que ir a cenar a casa de mis padres.
─
Mañana tengo ensayo.
Se
hizo el silencio durante unos segundos. Carlos notaba la respiración agitada de
su pareja, le pasó la mano por el brazo para tranquilizarla. La oyó suspirar.
─
Voy a buscarte al local y nos vamos directamente.
─
Vale.
Carlos
sabía que Vanessa no iba a decir nada más y él tampoco tenía muchas ganas de
seguir con esa conversación. Le dio otro beso en el pelo, se dio la vuelta e
intentó volver a dormirse.
Desde LecturAdictiva damos las gracias a Marta Sebastián por la presentación.
Hace tiempo que me llama la atención este libro y espero poder leerlo pronto.
ResponderEliminarNo había oído hablar de esta escritora y de esta novela, pero me ha picado el gusanillo. Creo que si está bien escrita (que seguro que lo está), me gustará
ResponderEliminarprimera vez y bastante interesante
ResponderEliminarMe gusta este tipo de lecturas, ya he leido algunos pero hace tiempo que no cojo de este tema, creo q este es una buena opción, gracias
ResponderEliminarEste pequeño trozo me ha gustado bastante...ahora me he quedado con ganas de mas.
ResponderEliminarLa segunda portada me gusta bastante más ^^
ResponderEliminarSera interesante leer este libro
ResponderEliminarNo conocia el libro, pero la sinopsis me atrae, gracias por la recomendación
ResponderEliminarNo lo conocía pero la escena me ha dejado con ganas de saber más.
ResponderEliminarUn beso
Vaya, nunca he leído nada de esta autora pero parece que tiene una bonita forma de escribir y la historia promete
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