domingo, 13 de diciembre de 2015

El rincón del escritor: Paola C. Álvarez nos presenta Persiguiendo un sueño

Esta novela soy muy yo, no solo porque los protagonistas de la trama principal se reflejen en mí en algunos aspectos, sino porque he sangrado cada palabra que hay en ella escrita. La soledad y el sufrimiento de Claire son tan palpables que alcanza al lector aún sin proponérselo.

Persiguiendo un sueño cuenta la vida de dos mujeres separadas por el tiempo y la distancia. Dos vidas cruzadas, la de Claire en la actualidad y la de Rachel a lo largo de treinta años; dos maneras muy diferentes de enfrentarse a la vida y un sueño inalcanzable para ambas.

Como el resto de mis novelas, todo en gira en torno a la búsqueda de la felicidad: Rachel quiere llenar el vacío que siente en su alma, John busca a Claire, Claire se busca a sí misma y Gabe no sabe que busca algo hasta que Claire se cruza en su camino. La infelicidad y lo vagos que somos para salir de ella es uno de mis temas recurrentes; nos gusta regodearnos en nuestra desgracia, las personas somos así y Claire, la mujer alrededor de la cual gira todo, no es diferente. Hasta que todo cambia.


Sinopsis:
Rachel es una mujer que ha sufrido lo peor que le puede pasar a una madre, pero su fuerza y valentía hacen que no se rinda jamás.
John ha estado esperando toda su vida el momento de cumplir una promesa y por fin, puede sentirse redimido.
Claire quiere salir de la burbuja de auto protección que le impide sentir dolor o felicidad, pero no sabe cómo hacerlo.
Gabe está harto de estar pendiente de las necesidades de los demás dejando de lado las suyas propias y, por primera vez en su vida, quiere ser egoísta y tomar aquello que desea sin pensar en las consecuencias.
Todos éstos personajes se cruzan inevitablemente a lo largo de la historia. Una novela llena de sueños, esperanzas y sobre todo mucho amor.

Ficha del libro






Los personajes nos hablan de la novela: 

Me llamo Claire. Me han pedido que hable de mí misma pero no sé muy bien qué decir. No se me da demasiado bien la gente ni abrirme a los demás. Soy muy celosa de mi intimidad, tanto que no dejo que nadie se me acerque, algo que mis amigas no dejan de recriminarme, claro que ellas no entienden mi necesidad de estar sola. Debo confesar que esa soledad a veces me abruma de tal manera que me ahoga, sobre todo, desde que mi último pariente ha muerto. Tengo la sensación que, desde ese momento, todo mi mundo se tambalea y está fuera de su sitio y yo necesito orden y control para no desmoronarme. Estoy cansada de sufrir, de tomar decisiones equivocadas y por primera vez en mi vida voy a intentar cumplir mis sueños. Voy a intentar encontrarme a mí misma o, al menos, recobrar la ilusión perdida. Me voy a Escocia.


***

Todo el mundo me llama Gabe y no entiendo como me he dejado embaucar de nuevo para hacer algo que no me apetece. Sí, digo de nuevo  porque el imbécil de mi hermano me convenció para ir a Escocia y todavía me estoy preguntando cómo pude aceptar semejante proposición. Tal vez si Audrey no se hubiera ido o yo no hubiera estado tan cansado y hastiado de todo, de intentar abarcar más de lo que puedo, me habría negado. Y ahora estoy en Edimburgo, metido en el ascensor de un hotel y mirando la fotografía de la mujer a la que debo vigilar en la distancia. Debo admitir que estoy intrigado, ella parece tan lejana y triste que no dejo de preguntarme cómo será, si en persona resultará tan bella e inalcanzable como parece en la foto. Levanto la vista un momento y veo alguien correr hacia el cubículo en el que estoy, interpongo la mano para evitar que las puertas se cierren y me quedo petrificado. Es ella. Claire. La mujer de la foto y… creo que acaba de atravesarme un rayo.

Una escena que abra el apetito:


Gabe se echó a reír colocando un brazo sobre la barandilla.

―¿Estará ahí? ―preguntó un rato después mirando hacia la profundidad oscura bajo el barco.

―¿A qué te refieres?

―A Nessi ―susurró.
Ella sonrió negando con la cabeza.
―No dudo que alguna vez hubiera existido algo, pero ya no. Nada vive eternamente.
―¿Ni siquiera el amor? ¿O tampoco crees en él? ―la azuzó fijando la mirada en sus ojos.
Claire lo miró con seriedad, sintiendo una punzada en el corazón antes de contestar.
―El amor solo es una burda imagen de nuestros anhelos y cuando ese reflejo se deteriora y empezamos a ver cómo es en realidad la otra persona, todo se convierte en decepción y sufrimiento.
―Algún cabrón te hizo daño, ¿no es así?
Las manos de Claire se crisparon sobre la barandilla y él, al notarlo, no pudo controlar el movimiento de su brazo e hizo lo que había estado deseando desde el primer momento en que la vio. Cogió uno de aquellos rizos, que se mecía solitario junto a su rostro con el índice y el pulgar, y palpó su volumen y suavidad antes de ponérselo tras la oreja con ternura mientras sus nudillos rozaban su delicada piel y sus ojos se encontraban.
Fue un gesto tan íntimo que por un momento sus mejillas enrojecieron y un extraño calor se extendió desde su estómago.
―Eres preciosa e inteligente y estoy seguro que aquel gilipollas está ardiendo en el infierno por haber dejado escapar a una mujer como tú ―murmuró junto a su oído.
―No me conoces ―replicó ella apartándose.
No quería que la tocara ni que la mirara de aquella forma, que le sonriera o que le hablara con tanta ternura. Todo aquello parecía el argumento de una mala novela y ella no quería volver a convertirse en el juguete de nadie.
―Me gustaría hacerlo, me gustaría conocerte, Claire.
―No hagas eso ―dijo ella hablando con más dureza de lo que pretendía―. Dentro de cuatro días volveré a Nueva York y tú volverás a tu vida y…
―Si es lo que piensas, ¿qué es lo que temes? ―la interrumpió sintiéndose enfadado sin saber por qué.
Claire se llevó una mano a los ojos y se apretó los párpados en silencio sin saber qué decir.
―No quiero complicaciones, Gabriel, este viaje era para descansar y disfrutar, yo… Estoy muy cansada.
―¿Crees que yo no? No tienes ni idea de lo que es vivir intentando cumplir las expectativas que los demás tienen de ti sabiendo que eres una decepción una y otra vez. Acostarte cada noche insatisfecho y harto de no tener la valentía de dedicarte a tiempo completo a lo que te gusta por miedo al fracaso, sentirte solo e incomprendido y no tener nadie a tu lado con quien desahogarte. Cuando estoy contigo no tengo que medir mis palabras ni mis actos, siento que puedo ser yo mismo y… te aseguro que es liberador. ¿Crees que soy egoísta por querer alargar tu compañía todo lo que pueda? ―Quizá estaba quemando sus naves demasiado pronto, pero no veía otra manera de intentar convencerla.
―A mí también me gusta estar contigo ―confesó desviando la mirada un momento para volver a posarla en sus ojos con indecisión.
―Entonces, ¿qué hay de malo? ―le preguntó esperando su respuesta.
Ella sonrió sin despegar los labios encogiéndose de hombros. El único motivo que se le ocurría para negarse era su propio miedo, un miedo irracional a sentir de nuevo.
Suspiró y giró la cabeza cansada de analizarlo todo. Quería aprender a dejarse llevar, a tomarse la vida de otra manera, por eso estaba haciendo aquel viaje, ¿no?
―¡Mira! ―exclamó de pronto señalando las ruinas del castillo de Urquart, situado en un promontorio a orillas del lago.
Sacó su cámara de fotos y las retrató desde varios ángulos mientras el barco pasaba frente a ellas.
―¿Sabías que fue una de las fortalezas más grandes de Escocia? Los ingleses la destruyeron en 1692 para impedir que los jacobitas la usaran como punto estratégico durante la guerra. Las fotos no le hacen justicia, ¿no crees?
Claire se giró hacia él bajando la cámara de fotos y le miró inquisitiva al verlo observándola con la cabeza ladeada y una sonrisa absorta en la cara.
―No, ninguna justicia ―coincidió, aunque él no hablaba de lo mismo.
Quería que lo mirara de la misma manera que a aquel castillo, con ese brillo cegador que le calentaba el alma.


Desde LecturAdictiva damos las gracias a Paola C. Álvarez por la presentación.

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