domingo, 5 de abril de 2015

El rincón del escritor: Norma Estrella nos presenta Tocar la tecla adecuada

Ficha del libro
Ona, una chica del barrio de Sants de Barcelona, está en paro por culpa de la dichosa crisis. Indignada por las injusticias sociales que ve a su alrededor, acampa en la plaza Cataluña en mayo de 2011.

Diego es bombero, pero los recortes le han obligado a trabajar de stripper. Con la ayuda de Claudia, una coreógrafa del barrio, y la colaboración de algunos compañeros crean un grupo llamado Barcelona Dragons.

El día que Diego recibe el aviso de que tiene que acudir a un desahucio, se lo llevan los demonios. Él no eligió ser bombero para eso. Harto de rescatar a los bancos y no a la gente, decide unirse a los acampados de la plaza Cataluña, donde conoce a Ona. 

De manera involuntaria, ambos se convierten en icono de los disturbios, se enamoran y empiezan a salir. Pero los celos harán que la joven se plantee si esa relación va realmente a alguna parte. 

¿Será Diego capaz de hacerle ver que un bombero es mucho más que un cuerpo y que su alma está gritando «Sí se puede»?



Los personajes nos hablan de la novela:



Ona 

¿Qué estoy haciendo en lo alto de un camión de bomberos mientras un antidisturbios me persigue con un helicóptero? Eso me gustaría saber a mí. Cuando me despidieron del trabajo por culpa de los recortes, decidí venir a protestar a la acampada. No quería quedarme en casa cruzada de brazos. Pero no me imaginé encontrarme a Diego. Está muy bueno, pero lo digo flojito para que no me oiga. Es bombero y está harto de que las mujeres lo vean solo como un cuerpo. No le falta razón. Es un tío legal. No soporta tener que ir a desahuciar gente de sus casas. Me gusta mucho este chico, pero me temo que me hará sufrir. Él dice que no tiene novia pero entonces, ¿por qué me mira tan mal esa bailarina que lo acompaña a las reuniones de la acampada?


Diego

Yo soy el bombero. Sí, ya lo sé. Si digo que estoy harto de que las mujeres me vean sólo como un cuerpo quedo como un creído y un gilipollas. Por eso nunca lo digo. Pero con Ona es distinto. Siento que puedo ser sincero con ella; que me mira a los ojos cuando hablamos. Vale, a veces me mira el culo, pero puedo vivir con eso ;) 
Adoro mi trabajo. Me gusta cuidar de la gente, protegerla, ponerla a salvo. Por eso creo que a quién se le ocurrió que los bomberos participaran de los desahucios tenía una mente muy perversa. Lo que busco es una chica que me cuide y se preocupe por mí. Y creo que la he encontrado. Estoy dispuesto a demostrarle que un bombero es mucho más que un cuerpo. Mi alma está gritando. Grita: ¡Sí se puede! ¿La oyes?



Una escena que abra el apetito:


Diego sonrió.
—¿Para qué queremos la vida si no es para meternos en problemas de vez en cuando? —le preguntó, acariciándole la mejilla—. Y no se me ocurre una mejor causa para meterme en líos que tú.
Se acercó a ella y le enredó un dedo en la trencita que le caía sobre el cuello.
«¡Ay, Dios mío! ¿Va a besarme? ¡Sí, por favor, por favor!», rezó Ona con el corazón a mil. Con los dedos acarició el torso de Diego dejando que él tomara posesión de su boca y de su vida. Un calor intenso le nació en el vientre, le ascendió por el pecho, el cuello y las mejillas. ¿Cómo había podido subir tanto la temperatura en un momento?
—Me quemo —murmuró Ona cuando él se apartó.
—No te preocupes —susurró él, con una sonrisa ladeada—. No dejaré que te incineres. Aunque puede que deje que te hagas a fuego lento un rato. 
El corazón de Ona se aceleró un poco más al oírlo. Latía con tanta fuerza que parecía un caballo desbocado. O un tren lanzado a toda velocidad… ¡o un helicóptero!
—¡Diego, se acerca el helicóptero! —Ona se encogió y empezó a temblar—. Te van a ver.
—Tranquila. —Diego cogió una lona con la que protegían el material y la cubrió con ella antes de volver a tumbarse a su lado y desaparecer de miradas indiscretas—. Me gusta que te preocupes por mí. —Le dijo sonriendo. La lona era azul, y la cara de Diego había adquirido una tonalidad azulada, como la de un Avatar—. Siempre soy yo quien cuido de la gente… y me gusta. Pero es agradable estar del otro lado para variar.
—¿Qué dices? —protestó Ona—, seguro que siempre tienes chicas haciendo cola para cuidarte —dijo, olvidándose del helicóptero.
—No te diré que me falten voluntarias para pasar un rato conmigo, pero ¿para cuidarme? —Alzó las cejas—. No. Diría que no es eso lo que tienen en la cabeza cuando se acercan.



 Desde LecturAdictiva damos las gracias a Norma Estrella por la presentación.

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