Ficha del libro |
El amor no hace distinción entre razas... Luscinda O'Malley llega a Mathair, la rica hacienda sureña perteneciente a la familia de su difunto marido, fiel a la promesa que le hizo de cuidar de su madre si algo le sucediera. Pero nada podría haber preparado a aquella joven, educada en las progresistas ideas del norte del país y firme defensora de la igualdad entre todos los hombres, para lo que iba a encontrar en la casa de sus suegros: el aberrante abuso del blanco sobre el negro. Tampoco estaba preparada para descubrir el verdadero amor precisamente en un hombre de otra raza, Daniel, el panadero de la hacienda. Cotton Bride es la historia de un lazo invisible, del orgullo y la fortaleza individuales, de un amor que va más allá del color de la piel, pero también es una historia que rezuma la magia de la repostería preparada con ternura.
Bon appétit!
Los personajes nos hablan de la novela:
DANIEL JOHNSON
«Si pudiera por un segundo dejar de mirar el puente de madera blanca que separa nuestros dos mundos, quizás fuera capaz de olvidar todo lo que siento por Luscinda. Dios sabe que lo he intentado cientos de veces, pero con solo cerrar los ojos, mi corazón vuelve a latir y es porque he vuelto a imaginarla. Cómo borrar esos ojos color fuego y el suave murmullo con el que su cabello se mece al caminar. Cómo despistar a mis sentidos cuando ella está cerca. Cómo pedirle a las mariposas malvas con las que se envuelve cada mañana que dejen de aletear a mi alrededor. No puedo soportar ese olor a violetas… Soy adicto a él. Sé que moriría si dejara de percibirlo.
Amo todo lo que ella representa. ¿Quién iba a decirme que yo, Daniel Johnson, el esclavo negro que elabora el pan de Mathair iba a enamorarme de una dama blanca? ¿Era eso posible?
Pero…mi padre tiene razón. Debo olvidarme de ella. Es un amor tan imposible como el soñar con la libertad.»
***
LUSCINDA BLANCHET O’MALLEY
«¿Por qué cada vez que muerdo uno de sus pasteles, de sus panes, de estas galletas tan exquisitas siento este anhelo? No puedo dejar de pensar en el hombre de ojos verdes que me observa a cada paso que doy. Ayer lo vi cargando sacos cerca del molino que hay en la zona prohibida y todavía tiemblo con solo recordarlo. Su piel negra, brillante por el esfuerzo. Los músculos tensos, la espalda rígida. Debo estar volviéndome loca. No puedo dejar de desear que rodee mi cuerpo con esas manos enormes que amasan el pan con la delicadeza de quien juega con las flores. Creo que me he enamorado. No, lo sé. Si amor es querer beber de sus secretos, hablar en silencio, hacer magia con los besos, sí, me he enamorado. Como no pensé que lo haría jamás.
Tengo que ir a verle. Esta noche…cuando todos duerman. Quizás, me enseñe a elaborar su tarta de queso mientras le robamos horas al mundo que nos rodea…»
Una escena que abra el apetito:
«Estaban sentados muy cerca, sus alientos casi podían entremezclarse. A Daniel le dio miedo abrir la boca para hablar, no fuera a ser que se le escapara un suspiro, o un beso que era de verdad lo que tenía ganas de hacer, así que negó con la cabeza.
⎯¿No me dejas mirar? Solo deseo cerciorarme de que no está infectada ⎯susurró en un tono más bajo que cualquier murmullo, casi sin pestañear. ¡Estaban tan próximos! Y ella era una imprudente. Hipnotizada por la fuerza del verde de los ojos de Daniel, levantó la mano con suavidad y la puso en su espalda con cuidado. Con dos dedos cogió la camisa de algodón y la fue levantando.
A Daniel le palpitaba la herida, la espalda y muchas más cosas. A pesar del dolor estaba siendo el momento más erótico de su vida. Ella por su parte, no sabía lo que hacía, de eso estaba segura. Intentaba fingir que miraba el rasguño, pero en realidad solo estaba intentado controlar el temblor de sus dedos. Y no era porque la piel lastimada fuera a impresionarla. No, era porque le estaba tocando y a él se le estaba erizando la piel con el roce.
Con la mano puesta en su espalda, Luscinda le miró. Era tan atractivo, así con los ojos cerrados, con esos maravillosos labios gordezuelos. Con la mandíbula bien cincelada bajo la barba de dos días. No lo pudo resistir y con la mano libre le acarició la mejilla. ¿Qué debía pensar él? Ella misma estaba asustada ante su propio atrevimiento.
Daniel no pensaba. Daniel sentía. Daniel se controlaba. Necesitó cerrar los ojos para condensar mejor el momento y no dejar escapar ninguna sensación. Luscinda, la blanca que le volvía loco, estaba tocándole, rozando con delicadeza su piel negra. Y eso fue más de lo que podría aguantar. Abrió los ojos de repente y la agarró de la nuca. El movimiento fue rápido, urgente. Él tenía prisa, ansia por besarla como un loco. Esta vez no fue suave. Pegó los labios a los suyos y la devoró. Primero con desazón, como quien necesita el aire para respirar. Después con auténtico amor. Porque eso que él estaba sintiendo tenía un nombre, amor.»
Desde LecturAdictiva damos las gracias a Yolanda Quiralte por la presentación.
Muchas gracias a vosotras!! Me encanta. Un beso
ResponderEliminarUna novela preciosa Yolanda, nos ha encantado preparar esta presentación. Gracias a ti por participar!
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