Ficha del libro |
Guiada por extrañas visiones que intenta ignorar, acepta la propuesta de su hermana de instalarse en Edimburgo con el propósito de empezar de nuevo. Durante una visita a un museo sufre un accidente, y despierta en otro tiempo.
Corre el año 1744 y se halla en uno de los prostíbulos más conocidos de la capi- tal escocesa. Perdida y desconcertada, irá encontrando personas que con paciencia y humor la ayudarán a sobrevivir, aunque también se granjeará enemigos.
Mientras tanto, los fantasmas que antes la acosaban irán tomando cuerpo, entre ellos un misterioso guerrero escocés que embriagará sus sentidos y trastornará sus sentimientos.
Los personajes nos hablan de la novela:
Soy Ginebra Freire, una mujer afortunada. Tengo el trabajo que me gusta, un marido al que
adoro y voy a ser madre ¿quién puede pedir más? Yo no, desde luego. Pero un día aciago todo
cambia, haciendo que poco a poco pierda todo lo que amo, hasta mi propia vida...para
recuperarla en un prostíbulo escocés en el siglo XVIII. ¿Se trata de una broma macabra? Porque
yo no le veo la gracia por ningún lado. Me he visto obligada a sobrevivir y adaptarme a la
situación lo mejor que puedo, acertando en varias ocasiones y errando en muchas más…pero
no puedo evitarlo. Veo tantas injusticias rodeándome que me veo obligada a intervenir,
provocando con ello situaciones que…bueno, quizás estoy contando demasiado. El caso es que
todo cambió cuando escuché su voz de barítono, una de esas voces que sabes que van a decir
algo interesante, aunque no tenga sentido…Y al levantar la vista y posarla sobre sus ojos
verdes…ya no pude pensar con coherencia. Yo, que creí estar preparada para todo lo que me
deparara la vida, me di cuenta de que estaba completamente perdida y aprendí que amar, amar
por encima de todo, era lo único que merecía la pena.
***
Soy Connor McIntyre, el poseedor de la voz de barítono, ojos verdes y alguna cualidad escondida
más. Porque, además de Connor, tengo otros nombres y muchos más secretos. Sin embargo
ninguno tan importante como los que me oculta Genevie. Porque desde que mis ojos chocaron
con los suyos, para mí fue Genevie, la joven con nombre de reina. La mujer que llevaba
esperando toda mi vida. Ahora solo me restaba convencerla a ella de que yo era el hombre de
su destino. Lo que no resultó nada fácil, pero soy un hombre paciente, habilidoso y
tremendamente terco, aunque creo que mi humor, fue lo que realmente la enamoró. Sin
embargo la vida no nos tenía preparado un camino fácil, tuve que protegerla, luchar por ella y
me obligó en ocasiones a…bueno quizás estoy hablando demasiado. Yo le ayudaré a descubrir
quién es realmente, porque aunque para mí siempre será Genevie, ella también tiene más
nombres, y un pasado que comparte con alguien que ella desconoce…todavía.
Una escena que abra el apetito:
Escuché la voz de su abuela a mi espalda.
—Es muy fácil amarlo ¿no crees?
Me volví sorprendida.
— ¿Amarlo? No, nosotros no…nunca…—las palabras murieron antes de ser
pronunciadas.
Ella sonrió con dulzura. Yo fruncí los labios. De repente la habitación se hizo demasiado
pequeña y el calor demasiado pronunciado.
—Tengo que salir a…bueno tengo que…cosas…—dije huyendo de forma despavorida
por la puerta.
Me dirigí directa a la cocina, que milagrosamente estaba vacía. Busqué en los armarios
sin saber qué buscaba, hasta que lo encontré. Una botella de alcohol. Lo destapé y el fuerte e
intenso aroma del whisky llenó mis fosas nasales. Miré alrededor temiendo que alguien me viera
y corrí escaleras arriba al refugio de nuestra habitación.
Una vez allí me senté en la cama y bebí directamente de la botella hasta que el cálido
licor consiguió calmar mi acelerado corazón. “¿Cómo no lo había visto antes?” Estaba tan
preocupada por encontrar el modo de huir, de regresar a mi mundo, que los acontecimientos que sucedían alrededor envolviéndome como un manto de bruma, se mostraban distantes
como algo inevitable que tenía que pasar para conseguir el objetivo final.
Me levanté de la cama y sin soltar la botella, de la que daba largos tragos, rememoré
cada instante desde que noté sus ojos fijos en mí, en aquella noche que me parecía demasiado
lejana en Edimburgo. Al principio había confiado en él, me había apoyado en su fuerza, lo había
necesitado desesperadamente para no caer en la locura. Y él estuvo ahí en cada momento,
sujetándome para que no cayera, protegiéndome una y otra vez, sin que yo apenas me diera
cuenta que lo hacía.
Paseé de un lado a otro de la habitación maldiciendo y riendo a partes iguales. Era un
hombre muy atractivo. Demasiado atractivo. Era apuesto vestido como un noble francés e
impresionante en su atuendo escocés. Era normal que me sintiera atraída por él ¿no? Sus manos
callosas cuando me tocaban hacían que mi piel ardiera y que toda yo le respondiese con ansia e
impaciencia. Pero eso podía ser por haber pasado tanto tiempo sin contacto con un hombre,
con un hombre de verdad. ¿No? Pero si era así, ¿por qué me costaba tanto olvidarlo cuando no
lo tenía a mi lado? La piel suave de sus hombros, que se volvía algo más áspera a lo largo de sus
brazos. Su ancha espalda, la línea recta de su columna vertebral, la suave curva de su clavícula.
Su espalda fuerte que terminaba en un trasero musculoso y cubierto por una fina pelusa rubia.
Sus largas piernas, que me rodeaban con pasión cada noche. Paré y bebí otro largo trago de
whisky. La habitación comenzaba a tambalearse peligrosamente, y mi conciencia también.
Esto no puede estar pasando, pensé totalmente angustiada. No a mí. Me sentía perdida
y extrañamente encontrada. “¿Y ahora qué voy a hacer?” Había sufrido de todo, pero ni
juntándolo me parecía tan terrible como lo que acababa de descubrir: estaba loca y
perdidamente enamorada de Connor.
En ese momento, como si hubiese invocado su presencia entró el mismísimo diablo
escocés en la habitación, sacudiéndose el pelo. Por lo visto había comenzado a llover.
Se paró en la puerta y me observó con curiosidad.
— ¿Qué te ocurre?—se fijó en la botella ya mediada que sujetaba con desesperación en
mi mano izquierda y abrió los ojos.
— ¿Estás ebria?
—Todavía no muy a mi pesar—respondí bruscamente.
Su rostro se tornó preocupado e intentó acercarse.
—No te muevas—le dije poniendo mi mano derecha frente a él.
— ¿Qué ha ocurrido mo anam? ¿Alguien te ha herido?—su voz era suave y cada vez más
preocupada.
—Sí. Tú, ¡tú lo has hecho!
— ¿Yo? ¿Qué he hecho yo?—ahora estaba sorprendido.
— ¡Todo! Te odio. Te odio—repetí zarceando por si no lo había escuchado la primera
vez.
— ¿Y por qué me odias, si puede saberse?—cruzó los brazos sobre el pecho.
—Porque…porque… ¡te amo! ¡Maldito escocés!— grité totalmente descontrolada.
Él me observó un momento mientras yo respiraba de forma agitada y de repente rio.
— ¿Me amas?— preguntó sonriendo de oreja a oreja.
Yo sentí hervir la sangre en las venas como la lava de un volcán. Cogí lo que tenía más a
mano, que fue un cepillo y se lo lancé a la cara. Fallé y rebotó en su pecho cayendo al suelo
silenciándose en la mullida alfombra.
Por un momento nos quedamos quietos entrelazando nuestras miradas y haciendo que
saltaran chispas a nuestro alrededor.
—Me amas y por eso me odias. No tiene sentido, lo sabes ¿no?
—Si lo tiene. Porque ¿qué demonios voy a hacer yo ahora?—noté lágrimas en mis ojos
y los cerré con fuerza. No quería llorar. Ahora no. “¿Pero qué me pasaba?” Desde que estaba en
este siglo me había pasado más tiempo llorando que nunca en mi vida antes.
—Bueno, esa respuesta es simple. Amarme—dijo él suavemente. —No, no puedo amarte. A ti no, no cuando sé que te voy a perder cuando regrese a mi
vida. Es demasiado doloroso. Duele, duele mucho. Me duele amarte—ya estaba dicho. Era eso,
ahora no sabía qué hacer ¿cómo podría dejarle y regresar a mi vida sabiendo que jamás volvería
a verle, a sentirlo, a besarlo? Cerré los ojos y deseé que nada de todo aquello hubiera sucedido.
Se acercó a mí en silencio y solo noté su presencia cuando me abrazó. Con una mano
intentó quitarme la botella y yo me separé de él con rapidez. Estaba muy cerca de sufrir un
ataque de nervios, o quizás ya lo estuviera sufriendo.
Lo comenzaba a ver todo doble o triple, ya me daba igual. Me reí amargamente, por fin
había encontrado un hombre de verdad al que amar, con el que ser feliz, y sabía que me iba a
ser arrebatado en cuestión de días o semanas.
Pese a mis protestas me abrazó con fuerza, y yo respiré entrecortadamente en su pecho,
rozándome con la tela áspera del kilt sintiendo su olor a fresco, mojado y humo llenándome.
—Te amo—le dije
—Lo sé—contestó él.
—Y eso me está matando.
Desde LecturAdictiva damos las gracias a Caroline March por la presentación.
muchas gracias, me ha encantado la presentacion, como siempre muy original y ese aperitivo ha hecho que este deseando leerlo me ha dejado con ganas de mucho mas. Gracias
ResponderEliminarMe ha gustado la presentación, y me gusta mucho está sección. Es casi como si nuestros protagonistas estuvieran aquí. A propósito leí Búscame en tus sueños, y decir que me gusto es poco.Un libro adictivo.
ResponderEliminarMe lo pensé antes de ponerme con este libro porque no suelo leer libros de viajes en el tiempo. Pero mereció la pena, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUna presentación muy original. Con referencia al libro, buscamé en tus sueños, es impresionante, las descripciones hacen que te traslades a las montañas y que sientas en tus propias carnes los sentimientos de amor y pasión de los protagonistas que van más allá del tiempo y yo diría que de la cordura.
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