La vida de Natalia es idílica. Tiene una relación con el hombre que ama, un trabajo que le apasiona y se acaba de mudar a la casa de sus sueños. Todo es perfecto… hasta que conoce a su vecino Rubén, un perroflauta que odia a las Barbies como ella. Desde el primer momento en que sus caminos se cruzan, se declaran la guerra, llegando a convertirse en expertos en sacarse de quicio. Sin embargo, cuantas más ganas de pelea tienen, mayor es su atracción y su deseo. Dicen que del odio al amor sólo hay un paso y ellos son enemigos declarados… ¿O no?
Ficha del libro
Los personajes nos hablan de la novela:
¡Hola! Soy Rubén y trabajo de fisioterapeuta en un centro especial para niños con Parálisis Cerebral. Aunque nací en Burgos, vivo en Leganés (Madrid) desde hace varios años. Mi vida era maravillosa hasta que se mudó al chalet de al lado una Barbie llamada Natalia. Desde entonces, esa diva no me deja en paz. Si pongo la música alta, viene a mi casa a quejarse. Si hago una barbacoa con los amigos en el jardín, dice que su espacio se llena de humo y del olor a morcilla, chorizo y panceta. ¡Qué tía más plasta! Y encima tengo que aguantar sus insultos y sus miradas desdeñosas. Me llama perroflauta, vagabundo y pordiosero. ¿Será posible? Así que pienso devolverle todos y cada uno de sus desprecios. Esa no sabe quién soy yo. Conseguiré sacarla de quicio hasta tal punto, que tendrá que marcharse a vivir a otra parte. ¡Lo juro!
***
¡Hola amigas! Soy Natalia y mi vida es perfecta. Todo me va estupendamente. Trabajo de periodista en Zero, tengo una relación con el hombre del que estoy enamoradísima y acabo de mudarme a un chalet en Leganés (Madrid) que es precioso. La casa está muy bien amueblada y tiene un patio divino para tomar el sol. Lo único malo es mi vecino de al lado, Rubén, un perroflauta que no respeta las horas de descanso de la gente, pone la música a tope, hace fiestas en su jardín, alterando mi paz y mi tranquilidad. ¡Le odio! Estoy segura de que es un maldito okupa porque dudo mucho que alguien como él, pueda permitirse vivir en una casa como esa. Y tiene una rasta que le cuelga desde la nuca hasta la mitad de la espalda, ¡que da grima! Así que me he propuesto echarle de allí. Voy a hacerle la vida tan imposible, que acabará largándose a otro sitio. Ya lo veréis.
Una escena que abra el apetito:
Cuando
Natalia posó sus dedos sobre el teclado, escuchó música en el chalet de al
lado. Frunció el ceño y miró molesta hacia la valla que separaba su jardín del
vecino.
Irritada
porque habían roto su paz y tranquilidad, aporreó las teclas del portátil
deseando que en lugar de éstas, fuera la cabeza del que estaba cantando. Ella
necesitaba silencio para trabajar y tener al vecino berreando, la sacaba de sus
casillas.
Dejó el ordenador a un lado, en la
tumbona donde tomaba el sol mientras trabajaba, y se levantó para ver el otro
jardín. Allí estaba el okupa, con sus
horribles pantalones hippies y su rasta hasta media espalda. Iba sin camiseta y
Natalia pudo observar todos los tatuajes que decoraban su piel.
—¿Quieres
hacer el favor de bajar la música?—soltó de malos modos—Estoy trabajando y me
molesta.
Rubén
se volvió hacia la voz que le hablaba y miró a Natalia con la burla reflejada
en sus iris verdes.
—¿Trabajando así?—Se refirió al bikini
con un gesto de la mano—Nunca me imaginé que el modelito de Barbie obrera
consistiera en tres minúsculas piezas de tela.
—Yo trabajo vestida como me da la
gana.—contestó Natalia molesta—¡Pero qué vas a saber tú, si no eres más que un perroflauta, que hace de malabarista y payaso en un circo! ¡Y ponte
una camiseta! ¿O es que no te pagan lo suficiente para comprártelas?
Rubén bufó y replicó justo en el
momento que Natalia cogía su portátil rosa de Apple y se sentaba otra vez en la
tumbona con el ordenador sobre el regazo.
—Mira, Barbie del extrarradio, en mi
casa haré lo que me dé la gana. Por suerte, yo todavía estoy de vacaciones. Si
te jode que tú hayas vuelto a currar,
es tu problema. ¿Por qué no te vas de tiendas un rato y fundes la Visa? A ver
si así se te pasa el mal humor.
Dicho esto, Rubén dio media vuelta y
se metió en su casa, dejando a Natalia boquiabierta por la contestación que le
había dado.
—¡Te
odio!—gritó ella enfurecida.
Desde LecturAdictiva damos las gracias Mabel Díaz a por la presentación.