domingo, 15 de octubre de 2017

El rincón del escritor: Irene Ferb nos presenta Ni un zapato más

¿Nunca te has preguntado qué hace un zapato tirado en la acera? ¿Por qué su dueño, descalzo de un solo pie, no lo ha recogido? ¿Es, o no, uno de los misterios sin resolver más asiduos de nuestra rutina diaria?
En Ni un zapato más estos intrigantes calzados solitarios aparecerán en la puerta de Rubén, un joven inspector de policía que acaba de comenzar en un nuevo destino. Cada zapato traerá un alarmante vínculo: la desaparición una mujer. Rubén, olvidando que no está en su mejor momento vital, empeñará todas sus horas para encontrar a esas posibles víctimas descalzas.
Uno de los problemas de Elda es que nada le parece feo. Pero eso no le impide afirmar cada mañana que el policía que entra a pedirle un moca es el hombre más sexy que han visto sus ojos. Otro problema, que no se atreve a cruzar palabra con él. Su voz se esconde como una sandalia en invierno.
Ni un zapato más significa intriga, comedia, romance y reivindicación. Una novela escrita para ti, para que nunca más pases por alto un zapato solitario y te atrevas a averiguar qué se esconde tras cada personaje de este locuaz escaparate.


Ficha del libro





Los personajes nos hablan de la novela:

Rubén, me llamo Rubén y acabo de aprobar el acceso a inspector. Por ello me han trasladado a Murcia, a una zona tranquila, donde me siento un poco solo. No está siendo la mejor época de mi vida. Llevo unos años regulares. Lo dejé con mi novia de una manera bastante traumática y no termino de encarrilarme. Aquí ya me he hecho con un grupo de amigos, un pre-jubilado al que le encanta cocinar y un friki de los videojuegos. Estos días he conocido a una vecina, Elda, que sé que se va a convertir en alguien importante en mi vida, en plan amigos, no estoy para rollos, pero se la ve muy maja.
La conocí la otra noche, cuando pasando por su casa con mi amigo Rafa escuchamos un vaso estrellarse en el suelo y un grito tras él. Tuve que saltar la valla para ayudarla y nada más llegar se mareó. Me tocó sacarle un trozo de cristal del pie con escasa luz y miedo a que se mareara de nuevo. Me pareció tan frágil... Es bonita, muy bonita, pero solo seremos amigos.

Y en mi trabajo estaba todo muy tranquilo hasta que hoy nos ha llegado la noticia de la desaparición de una joven, Julieta, y casualmente (o no) me acosté con ella hace una semana. Todavía estoy un poco en shock, pero no me queda otra que decírselo a mi jefe en seguida y que él decida si llevo yo el caso o no.


***

¡Hola! Me llamo Elda. Tengo veintisiete años, soy filóloga y estoy terminando un máster en literatura hispanoamericana. Mi verdadera vocación es escribir, quiero ser escritora. Para mantenerme con vida y pagar los recibos trabajo en una cafetería.

Allí va todas las mañanas un chico, que acabo de descubrir que es policía, que me tiene loca perdida. Yo creo que es muy guapo, por lo menos a mí me lo parece, pero es que tengo un problema con la escala de belleza: nada me parece feo, a todo le saco su punto y a veces cuando mis amigas ven a mis propuestas se desternillan de la risa. 
El policía se llama Rubén, también es mi vecino y el otro día me sacó un cristal del pie. Sí, cosas que pasan...¿No? Me tuve que contener porque cada vez que me tocaba mi estómago se movía a mil doscientas revoluciones por minuto. Una tontería, porque ese pedazo de hombre jamás se fijaría en mí, soy demasiado sencilla.
Bueno os dejo que me llama mi jefa, está un poco estresada. Ha desparecido una chica en el pueblo y es la ex de su hijo Alejo. ¡Vaya jaleo!



Una escena para abrir el apetito:

Si no lo veo no lo creo. Ahora que por fin teníamos un caso, va y conozco a la víctima. Cuando he visto la fotografía de la joven desaparecida casi me atraganto con el café. Julieta. La chica con la que me acosté el sábado y amanecí el domingo. ¿Será posible? ¿De dónde sale tanta casualidad? Apenas conozco a treinta personas y una de ellas es la protagonista del caso. Apoyándome unos segundos en una de esas taras que asolan al ser humano, y en mi caso más, la soberbia de creerme imprescindible, he dudado sin confesar a mi inspector jefe que conozco a Julieta. Instantes después mi cordura me ha hecho rechazar esa opción. Si deben aislarme del caso, pues qué le vamos a hacer, pero no puedo ocultar posibles pistas. Ella me confesó que salía de una relación larga, algo tóxica y pegajosa, y quizás mi encuentro sexual con ella precipitó su desaparición. En estos casos, por muy típico que parezca, la pareja o la ex-pareja suelen resultar culpables. Así está la vida...
Me acerco para hablar a solas con Luis. La reunión ya se ha disuelto y cada uno se ha ido a cumplir sus obligaciones. Luis me ha nombrado el inspector del caso (tampoco hay otro), pero antes he de sincerarme con él.
—¡Jefe!
Luis se da la vuelta, estaba guardando los últimos documentos en una carpeta de cartulina. Me sonríe.
—¿Estarás contento? ¡Por fin algo que te gusta!
—Bueno...
—Porque este caso huele mal —me interrumpe.
—Ya...
—Lo siento por la pobre chica, pero me da mala espina.
—De eso quería hablarle, jefe... 
—Es que me da a mí que esa chica no se ha ido por voluntad propia, todo apunta a que...
—¡Conozco a la chica! —le corto. Aprecio un pequeño gesto de sorpresa en su faz antes de hablar.
—Bueno, normal, este pueblo es relativamente pequeño. ¡Qué mala pinta, pero qué mala pinta! Odio este tipo de casos, las que se lían, y como la prensa se entere y le interese, mira lo de Diana Kher que parecía un circo...
—Sí, pero... —No me lo está poniendo fácil.
—Es que cualquier cosilla que encontraban parecía la prueba definitiva y hacían ver a los policías como verdaderos ineptos. 
Bla, bla, bla... Bla, bla, bla...
¡Se querrá callar ya! ¡Ni que se hubiera tragado a un argentino! ¡Qué verborrea!
  —Luis, la conozco.
—Ya, ya me los has dicho. Pobre chica. Como vea al de Espejo Público por aquí, sí, al alto ese que se está quedando calvo, como le vea le tiro un repollo a la cabeza y no miento. Me estomaga ese hombre, no lo puedo evitar, siempre con su voz de descubridor y al final no dice más que tontás.
—¿Sabes quién digo?
—Si, Nacho Abad —le recuerdo. ¿Cómo se me ha ido tanto de madre la conversación?
—La conozco bastante —intento sonar rotundo.
Al fin consigo su atención. Ahora a ver cómo se lo digo.
—¡Ahh, bueno! ¿Puede afectarte a la hora de investigar?
—No, creo que no...
—Tú verás. Estás a tiempo. Sé sincero contigo mismo, Rubén. Intentar separar las emociones en nuestro trabajo no resulta sencillo —sermonea en modo padre.
—A ver... mucho no la conozco —trago saliva y suelto la bomba—pero he tenido relaciones sexuales con ella.
Ahora sí su gesto se altera. Lo veo claro, esta visualizando a Nacho Abad revelando la exclusiva a bombo y platillo y a la comisaria rodeada de paparazzis de todos los colores. Hasta ha dado un paso para atrás de la impresión y casi se choca con la mesa.

—¿Cuándo? Llevas poco aquí... —carraspea incrédulo y yo no sé dónde meterme de la vergüenza.



Desde LecturAdictiva damos las gracias a Irene Ferb por la presentación.

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