domingo, 24 de septiembre de 2017

El rincón del escritor: Lara Rivendel nos presenta El baúl de los sueños a medida

¿Qué es la vida? Un frenesí. Cuando Ada es acusada de corrupción y apartada de su trabajo en la alcaldía de su pueblo se le viene el mundo encima, ya que ella había entrado en política para luchar contras las injusticias. Incapaz de soportar las miradas de desprecio de sus vecinos, se traslada a la casa que su abuela le dejó en herencia en la Costa Brava. ¿Qué es la vida? Una ilusión. Ada encuentra el baúl donde su abuela guardaba las sábanas bordadas y esa noche vuelve a soñar como cuando era una niña y pasaba los veranos peleándose con Millán, el hijo del pescador. Ada reconstruye su vida entre los pintorescos habitantes de Soñada, un pueblo de costa donde nada es lo que parece, mientras trata de no obsesionarse con Millán, que se ha convertido en un viudo tan arisco como los erizos de la zona. Y los sueños, ¿sueños son? Cuando sus amigas la visitan y pasan unas noches de sueños muy vívidos, empiezan a sospechar que las sábanas ocultan un secreto. Y cuando las ancianas del lugar le advierten del peligro de querer descubrir los secretos del baúl, Ada la Empecinada hace lo que ha hecho siempre: lanzarse de cabeza a la aventura. Una delirante comedia que se ríe de la política, juega con los sueños y nos recuerda que no hay que tomarse la vida demasiado en serio.

Ficha del libro



Los personajes nos hablan de la novela:

Ada: Me llamo Ada, Ada sin hache. Y en estos momentos, Ada sin trabajo, sin piso, sin novio y sin magia. Por eso he venido a la casa de abuela, en la Costa Brava, a ver si recupero alguna de esas cosas. Lo del trabajo pinta mal, porque acaban de acusarme de corrupción, a mí, ¡que me metí en política para echar a los corruptos! Y a mi novio —exnovio ya—, el líder de la oposición, le ha faltado tiempo para lanzarme a los leones. Y lo del novio no pinta mejor. Hay un tipo que ronda mi playa que está como un queso; lo malo es que su cerebro también lo está, como el Emmental en concreto, llenos de agujeros. Necesito un trago del brebaje ese que toman las amigas de mi abuela a ver si lo veo todo más claro.

***

Millán: Y yo que pensaba que mi vida empezaba a estabilizarse, pero no. Justo el día del aniversario de la muerte de mi esposa llega la bruja esa a martirizarme. Porque a mí no me engaña el nombre. No es ningún hada, es una bruja como las demás. Yo he visto lo que pasa en esa casa por las noches. Nadie me cree porque dicen que bebo demasiado. ¡Qué tendrá que ver el alcohol con la brujería! Si no es bruja, ¿por qué no puedo dejar de pensar en ese culito que he visto cuando ha salido del agua, eh? ¡Brujería, sin duda!

Una escena para abrir el apetito:

Millán la sujetó por la cintura y la levantó para quitarle los pantalones. Ella se apoyó en sus hombros para no perder el equilibrio. El frescor del aire entre los muslos le indicó que acababa de perder también la ropa interior. Cuando él empezó a desnudarse, Ada se dispuso a disfrutar del espectáculo, pero una luz a lo lejos le llamó la atención. 

Separó las piernas para afianzarse y miró a su alrededor absolutamente maravillada. Aunque a primera vista parecía que estaban en medio de la nada, al fijarse vio que en la costa había varias hogueras. Y junto a ellas, unas luces misteriosas, como diminutas auroras boreales azuladas, danzaban en la noche.

—¿Qué son esas luces? Parecen espíritus bailando.

Él dirigió una mirada distraída a la costa mientras volvía a sujetarla por las caderas.

—El único espíritu que hay aquí eres tú, hechicera —murmuró—. Eso son hogueras en la playa de L'Escala. Seguro que Xavi y los demás están haciendo un cremat de ron y van a pasar un buen rato cantando habaneras. Te diría de parar y unirnos a ellos, pero… prefiero unirme a ti.

Sin esperar más, Millán la atrajo hacia él y hundió la cara en su vientre. Ada, que llevaba todo el día tan excitada como él, se inclinó, abrazándole la cabeza y besándole el pelo.

—Déjame… déjame probarte, Ada. Estoy hambriento de ti. —Sus palabras se mezclaban con los besos que iba trazando en su vientre en dirección sur.


Ella no podía ni quería negarle nada. Ver a Millán feliz le provocaba una felicidad absoluta, esa felicidad que solo se obtiene al entregarse en cuerpo y alma a otra persona. Mientras él se perdía entre sus muslos, la nieta de Aurora se abandonó al placer. Él la sujetó con fuerza por las nalgas cuando a ella se le doblaron las rodillas. Tras unos instantes de un placer tan intenso que la obligó a tener los ojos cerrados, logró abrirlos paulatinamente. Sobre sus cabezas, las estrellas brillaban con más intensidad que vistas desde tierra. Las hogueras habían quedado atrás. En el silencio de la noche, solo se oían las salpicaduras del agua al chocar contra la madera de la barca y los chillidos de algún ave que regresaba a tierra. 

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Lara Rivendel por la presentación.



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