Holly ya no cree en el amor. Tyler ha renunciado al sexo.
Una amistad especial parece el arreglo ideal para ellos.
Solo que… de repente, ya no es suficiente.
¿Qué es más difícil? ¿Dejar atrás una inseguridad que no te deja avanzar o contar un secreto que jamás creíste que desvelarías?
Tyler y Holly tendrán que descubrirlo. Juntos. Como todo.
Ficha del libro
Los personajes nos hablan de la novela:
***
La primera vez que vi a Tyler, me quedé con la boca abierta. Literalmente. Cuando entré en la redacción de la revista en mi primer día de trabajo, tenía muy claro que nunca iba a volver a perder la cabeza por un hombre. Jamás. Bastante había sufrido ya. Con lo que no contaba yo era con que un primer encuentro que salió fatal, unos cuantos desplantes y una gran amistad después, Tyler Banks se habría colado en mi vida sin que me diera cuenta, pero también sin que hiciera nada por evitarlo. Entonces… ya solo quedaba que lucháramos juntos contra lo que a él lo atormentaba. Y, después… la felicidad.
Una escena para abrir el apetito:
—¿Eres Holly Rose?
Una voz me sorprende en medio de mi paranoia. Profunda, aterciopelada y
masculina. Muy masculina. Me giro a cámara lenta –o eso es lo que me parece– y
el hombre con el que me encuentro hace que la mandíbula se me desplome y quede
ante él con la boca abierta de par en par –o eso es lo que me parece–. Puede
que tenga el mejor cuerpo que he visto en toda mi vida, pero eso ya lo
comprobaré bien cuando sea capaz de desengancharme de ese par de ojos azules,
esos pómulos marcados y esa mandíbula cuadrada.
De verdad, quiero hablar. Quiero demostrar que soy una persona inteligente
con capacidad para emitir palabras que formen frases completas, más que nada
porque aquí me van a pagar un sueldo justo por eso, pero el caso es que mis
neuronas han huido despavoridas y están tomándose un café todas juntas,
cotilleando sobre lo escandalosamente bueno que está este hombre. Mamma mía.
—Sí —acierto a responder. Creo. Ni siquiera estoy segura de haber hablado
en voz alta. Son los nervios. Los de empezar a trabajar, quiero decir.
—¿Holly Rose, qué?
—¿Qué?
—Holly Rose… ¿Qué más?
—¿Qué más qué?
—¿Tienes algún problema?
—¿Problema de qué? —Oh. Dios. Mío. Que alguien le ponga solución a esta
conversación de besugos, porque estoy sufriendo un caso agudo de vergüenza
ajena.
—En serio, ¿te estás quedando conmigo?
—No —balbuceo, cuando el dios griego que ha decidido dirigirse a mí empieza
a fruncir el ceño. Mis neuronas han vuelto, y ahora están intentando recordar
alguno de mis sólidos motivos para haber renunciado al sexo y los hombres. Así,
en general.
—¿Eres Holly Rose?
—Sí.
—¿Holly Rose, qué?
—¿Qué?
—¡Por Dios! ¿Pero qué es lo que te pasa? —me grita, y yo doy un pequeño
saltito en mi sitio. A continuación, se da la vuelta y sale disparado hacia el
fondo de la redacción. No puedo evitar que mi cabeza se ladee un poco y le eche
un vistazo nada discreto a su parte trasera y a su andar, a medio camino entre
chulesco y desgarbado. Cuando ya es medio evidente que me está dando una
embolia, escucho un nuevo chillido suyo—. ¿¿Vienes o qué??
Vaya estreno, Holly. Vaya estreno.
Desde LecturAdictiva damos las gracias a Abril Camino por la presentación.
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