domingo, 30 de abril de 2017

El rincón del escritor: Mar Carrión nos presenta Azul Cielo

Erie Brennan lleva una vida acomodada en Killarney, un pueblecito fascinante de la costa irlandesa. Trabaja en el restaurante de sus padres y además es piloto de globos aerostáticos. Sin embargo, su tranquilidad se verá alterada con la aparición de Kevin Ridge, famoso actor irlandés afincado en Hollywood, que va a rodar una película en Killarney. ¡Y el restaurante de sus padres es el encargado del servicio de catering! 
Sin embargo, Kevin y Erie no son dos extraños. Se conocieron cuatro años atrás, cuando él todavía no era un aclamado actor y viajó a Killarney para disfrutar de unas cortas vacaciones. Juntos pasaron unos días inolvidables. Paseos al atardecer, conversaciones inacabables y un amargo adiós. Y es que Kevin era el hombre que toda mujer podría desear: amable, atento, respetuoso e increíblemente atractivo. Y además le enseñó a creer en sí misma. Ahora él ha regresado y ya nada es igual entre los dos. Ella se pregunta qué es lo que le ha hecho cambiar: ¿La fama? ¿La ruptura con su exnovia? ¿El trágico accidente que sufrió a bordo de su avioneta? El hombre que creía en el romanticismo y en el amor, ahora pasa por la cama de tantas mujeres que a la prensa rosa le cuesta seguirle los pasos. Lo que Erie no sabe es que solo ella tiene las claves para llegar hasta el fondo de todas esas preguntas. 

Ficha del libro



Los personajes nos hablan de la novela:

Hola, soy Kevin Ridge y acabo de instalarme en Killarney, un pueblo de Irlanda en el que vamos a rodar unas cuantas escenas de mi nueva película. Soy actor y resido en Los Ángeles desde hace unos cuantos años, pero soy Irlandés y siempre es un placer enorme regresar a casa. Me encanta la lluvia, las Guiness y las mujeres irlandesas —y las de cualquier país, en realidad—, pero en especial me gusta una a la que conocí hace unos años precisamente donde ahora me hallo, en Killarney. Ella apenas ha cambiado. Sigue teniendo ese carácter tan alegre que una vez me cautivó, y aunque parezca imposible, está incluso más guapa que entonces. Tiene unos ojos increíbles, como el cielo en verano, y hablando del cielo… Ha conseguido cumplir su sueño y ha creado una pequeña empresa de globos aerostáticos. Ella misma los pilota. Volar era una afición que en el pasado teníamos en común, pero ya no. No me gusta hablar de ese tema, me cabrea bastante que alguien quiera sacarlo cuando yo estoy delante, así que vamos a dejarlo al margen. Me propongo disfrutar de mi estancia en Irlanda, y en cuanto a ella… Bueno, ella es un peligro para mí. A veces me da por pensar que es la única mujer que sería capaz de hacerme olvidar a las demás. 


***


Hola, me llamo Erie Brennan y soy relaciones públicas —y también camarera, todo hay que decirlo—, en el restaurante de mis padres en Killarney. Pero también soy piloto de globos aerostáticos, mi gran pasión desde pequeña, así no se me hace tan duro desempeñar un trabajo que no me gusta nada (ahora que mis padres no me escuchan).
Hace unos días me llegó la noticia de que Kevin Ridge iba a instalarse en las afueras de Killarney para rodar una película, y que nosotros íbamos a ocuparnos del servicio de catering. Así que he vuelto a verle, ¡a diario! Lo primero que he notado es que él ha cambiado mucho desde que le conocí y que esos cambios tienen más que ver con los episodios tan difíciles por los que ha pasado que por el hecho de que ahora sea tan famoso.  Pero hay algo que no ha cambiado ni para él ni para mí, y es el recuerdo de los momentos tan maravillosos que compartimos. Le tengo tanto cariño…bueno, en realidad me enamore de Kevin, pero ahora no sé cómo acercarme a este hombre tan diferente, y tampoco sé cómo hacerlo sin que mi corazón se comprometa de nuevo.


Una escena que abra el apetito:

Kevin se aclaró la garganta.
—El otro día no estuve muy acertado. Reconozco que la situación se me escapó un poco de las manos, y si a eso añadimos la inesperada visita de Alison… Supongo que te enteraste de lo que ocurrió, ¿verdad? Se enteró todo el mundo.  —Erie asintió—. Fue todo un espectáculo  —dijo con cierto deje avergonzado, como si su relación con la modelo hubiese sido el tropiezo más grande de su vida—. No me arrepiento de haberme acercado a ti de ese modo tan íntimo. Me gustas mucho más de lo que recordaba. Pero sí me arrepiento del método. Te miré a los ojos y, por un momento, olvidé quién eras y cómo eras. Solo quería besarte y hacer todo lo demás, ya sabes.
Erie curvó los labios. Sus palabras la ruborizaron pero, al mismo tiempo, le gustó escucharlas.
—No pasa nada, a mí… a mí también se me fue un poco la cabeza.
—Todavía existe entre los dos, ¿verdad?
—¿La química?
—La química.
—Sí, parece que todavía existe.  —Aunque no tenía muy claro si debía o no alegrarse de ello.
Llegaron hasta el coche de Erie. El sol ya era una media luna naranja que se ocultaba tras las montañas del oeste. Se detuvieron. Kevin estuvo a punto de cambiar su discurso mientras observaba ese rostro tan adorable; aunque, finalmente, fue fiel al mismo.
—Quiero que sepas que eres una persona especial para mí y que no quiero hacerte daño. Por eso, voy a hacer todo lo posible por mantener alejadas mis manos de ti.
Erie ya sabía que no iba a suceder nada entre los dos desde que volvieron a reencontrarse en su caravana y conoció su actual punto de vista sobre las relaciones amorosas, ya no compartían los mismos valores, pero escuchárselo decir ahora fue como si le arrojaran un jarro de agua fría en la cara.
—¿A quién no quieres hacer daño? ¿A ti o a mí?
Kevin entornó la mirada, la de ella era directa y clara como el agua. Acababa de lanzarle una interesante reflexión para la que no encontró una respuesta inmediata. Vio cómo ella se apuntaba un tanto.
—No te preocupes, Kevin  —habló Erie en su lugar—. No tendrás que esforzarte demasiado en mantener tus manos apartadas de mí, porque yo no voy a permitir que vuelva a suceder lo del otro día  —le dijo sin acritud. Buscó las llaves del coche en el interior del bolso y accionó el mando a distancia para desbloquear las puertas—. Lo pasé mal hace cuatro años, y sería una idiota si me lanzase a repetirlo. Además…  —Su silenciosa actitud la había envalentonado tanto que alzó la barbilla y movió la cabeza para retirarse el cabello de la cara—. Si me empeñara, sé que podría derribar esa coraza que llevas puesta, pero veo que no estás preparado para enfrentarte a mí sin ella.
Kevin se quedó atónito con lo que acababa de decirle.
—Vaya…  —Torció los labios en una sonrisa perezosa.
Erie hizo un mohín.
—Cuando me dijiste que tú también habías cambiado no te creí, pero ya veo que no mentías. No te recuerdo tan altanera.
Y por lo que dejaba traslucir, a él le gustaba.
Erie no podía creer que ese comentario sobre sí misma hubiera salido de sus labios, pero se sintió tan bien al habérselo soltado que no se arrepintió lo más mínimo.
—No es altanería. Simplemente, ahora estoy mucho más segura de mí misma.
Comenzó a rodear el coche hacia el asiento del conductor.
—¿Volverás otro día al rodaje?
—Si no puedo salir a volar seguro que volveré.
Kevin se cruzó de brazos y la observó. Tenía esa mirada pendenciera que revelaba que era mejor no conocer sus pensamientos. Erie subió al coche, todavía cuadrando los hombros, aunque con la cabeza en otro lado, más allá de las nubes. Fue un milagro que no se equivocara al quitar el freno de mano, arrancar el motor y meter la primera marcha.

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Mar Carrión por la presentación.



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