domingo, 26 de febrero de 2017

El rincón del escritor: Abril Camino nos presenta la Saga Destino






















Mi nombre es Abril Camino y quizá me conozcáis (o quizá no) por algunas de las novelas new adult que he publicado en los dos últimos años (la serie de los hermanos Sullivan, Sangre y tinta y Mi hogar serás tú). El trabajo que publico ahora tiene muy poco que ver con esas novelas. Es mi regreso a la romántica adulta, un género que no tocaba desde mi primera novela, Pecado, penitencia y expiación. Es una saga, la saga Destino, formada por dos libros. El primero, Viajando hacia mi destino, se publicó el pasado 2 de febrero. Es una novela que escribí hace mucho tiempo, cuando empezaba a dedicarme a esto, y que ha pasado por muchas fases de reescritura desde entonces. De la segunda, Decidiendo mi destino, prefiero no decir demasiado. Se publica el próximo día 23 y cualquier cosa que diga será un spoiler.

Ficha de Viajando hacia mi destino





Los personajes nos hablan de la novela:

No puedo explicar por qué me enamoré de ella. Lo obvio es que es la mujer más guapa que he visto en toda mi vida. Pero hay más, muchísimo más. Soy el primero que sabe todo lo que nos separa: me lleva casi diez años, vive a más de quinientos quilómetros y se casa en tres semanas. Solo eso. Pero ella y yo sabemos lo que nos une. Desde la primera vez que nuestras miradas se cruzaron, desde las primeras palabras que intercambiamos, desde aquel primer momento en que nos tocamos y ya no pudimos mantener las manos lejos del cuerpo del otro. Puede que el camino esté lleno de dificultades, pero el destino… el destino tiene que ser nuestro. O no sé qué va a ser de mí. 


***

¿Cómo puedes saber qué hacer cuando ni siquiera sabes quién eres? Antes de este viaje, yo creía tenerlo todo muy claro: me iba a casar con un hombre maravilloso después de siete años juntos, tendría una vida estable, una familia… lo que siempre había soñado. Hasta que Diego se cruzó en mi camino. Él derribó la fachada que tantos años me había costado construir. Él me devolvió a la persona que un día fui, a la chica de los sueños locos. No sé qué va a ser de nosotros después de este viaje, pero hay una cosa que tengo muy clara: nunca he amado a nade como lo amo a él. Ni volveré a hacerlo.



Una escena para abrir el apetito:

Parece joven, un par de años menor que yo, quizá rondando los veinticinco. Entra acompañado de otro chico, y los oigo hablar en alemán. Es bastante alto, debe de superar el metro noventa. Tiene el pelo muy negro, algo largo, cayéndole liso sobre los hombros, como si hiciera mucho tiempo que no se lo corta. Se sienta en un taburete y empieza a afinar la guitarra. Es delgado, pero se adivina un torso fuerte, bien formado, bajo la camiseta que se le pega al pecho cuando respira hondo. Sus piernas son largas e imagino bajo esos pantalones, muy lavados, los mismos gemelos que vislumbré unas horas antes. El flequillo que le cae en lateral sobre las cejas parece molestarle, y, casi en una especie de tic, sopla hacia arriba para evitar que le toque los ojos. Oigo las risitas nerviosas de algunas de las chicas más jóvenes y un comentario mordaz de Leo, que quiera Dios que nadie más haya escuchado. Voy a contestarle que no sea bruta cuando él levanta la cabeza, y me vuelvo a sentir como aquella adolescente a la que el estómago se le convertía en gelatina cuando la miraba el chico guapo de la clase. No sé si porque la perspectiva nos ha colocado a uno enfrente del otro o porque yo estoy emitiendo una descarga desproporcionada de feromonas, pero lo primero que hace al levantar la cabeza es clavar sus ojos en mí. Y qué ojos. Esos ojos gritan a quien quiera oírlos que pueden llevar a la perdición a la más santa. No es solo que sean de un azul que yo no he visto nunca, al menos en unos ojos; un tono cobalto que los convierte en oscuros de un modo que resulta incluso extraño, inquietante. Es también su forma almendrada y su brillo. Su mirada me hace reír, nerviosa. Como si mi risa conectara de forma directa con su oído, pese a no haberla emitido en alto, vuelve a mirarme y, entonces, sonríe. Tiene unos labios carnosos, que hasta ahora escondían la que parece ser su arma letal. Una sonrisa amplia, franca, un poco socarrona. Unos dientes perfectos, alineados con escuadra y cartabón, y tan blancos que me dan ganas de manchárselos de pintalabios. Me darían ganas si no fuera una mujer comprometida y fiel, quiero decir. 


Desde LecturAdictiva damos las gracias a Abril Camino por la presentación.

2 comentarios:

  1. ¡Hola!
    No he leído nada de la autora pero desde que vi la portada de estos libros me he animado a leerla y aún más cuando he visto que es gallega como yo, mil gracias por la entrada.
    ¡Besos!

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