domingo, 13 de marzo de 2016

El rincón del escritor: Iris T. Hernández nos presenta A través de sus palabras



Dunia es una joven de origen español que vive en Noruega con su padre. Además de trabajar en el aserradero familiar, es bloguera y escritora aficionada. 
Su tranquila vida se ve alterada cuando una amiga le propone participar en un concurso literario escribiendo a cuatro manos una novela erótica con un autor desconocido.

A Dunia se le presenta la oportunidad de cumplir uno de sus sueños y vivir la pasión de una forma poco convencional. Pero lo que ella no sabe es que, al hacerlo, tendrá que enfrentarse a sus miedos y luchar por algo que ella misma sabe que tiene fecha de caducidad.







Ficha del libro





Los personajes nos hablan de la novela:

Ahora mismo estoy sentado en mi escritorio de Madrid recordando cómo la conocí... Debería estar escribiendo mi nueva novela; ya sabéis que soy escritor. Soy una persona normal, con sus sueños y miedos, como los tenéis vosotras mismas, aunque crean que sea un tipo inaccesible y  miles de chicas deseen conocerme. Lo reconozco, mi físico ayuda mucho, y me aprovecho de ello en alguna ocasión, pero no os dejéis engañar por las apariencias, sino preguntarle a Dunia. Ella me conoce muy bien, conoce a Markel.

Y a riesgo de que Javier me mate, mi mente está en aquel día. Nuestra historia comenzó por una propuesta que me obligaron a aceptar (cuando leáis a través de sus palabras me comprenderéis) no sabía que iba a ocurrir, pero cuando la vi todo cambió. Aquella melena rubia descontrolada me volvió loco. No era la típica chica con la que compartía las noches, ella era el polo opuesto al resto. No lucía tacones, ni vestía provocativa, es una persona natural, transparente y aquello fue lo que me cautivó. Necesitaba hablar con ella, conocerla y poco a poco lo logré. Jamás olvidaré su mirada, la sonrisa que me regaló el primer día que nos vimos en persona. Era ella, la mujer que necesitaba, la que quería a mi lado, sin embargo, creía que nuestra relación tenía fecha de caducidad, pero tenía que demostrarle que no. 

Aún recuerdo la primera noche que pasamos en mi jardín, la tumbona, el vino, mi camisa... solo de pensarlo me excito. Aquella imagen quedará grabada en fuego en mi corazón. Dunia es ardiente y muy pasional, aunque muy pocos lo hayan podido saber.

—Aparta un poco y déjame continuar, que veo que la sangre se acumula en tu miembro y  no te deja pensar —me siento sobre sus piernas, y pienso en cómo seguir lo que mi compañero de teclas estaba escribiendo, mientras acaricia mis piernas intentando que no me concentre.


***

Soy Dunia Bergman, una joven española que se ha criado en noruega, tengo el pelo desastroso; por las mañanas soy una especie de león, como mi querido Markel os ha explicado, pero ya no tiene remedio… Y corroboro que no uso tacones, porque no sé caminar con ellos, y lo que menos me importa es lo que dirán de mí. Soy una devoralibros, tengo mi propio blog, y un día comencé a escribir con Markel una historia. Cuatro manos escribiendo a la vez, una locura y una aventura de la que me siento muy orgullosa, ahora soy como soy gracias a ello. 

Mi compañero os ha dicho cosas muy bonitas, pero que queréis que os explique un escritor que sabe decir la palabra adecuada, en el momento adecuado… Yo os digo que he llorado mucho, he viajado hasta dónde jamás pensé que llegaría y he deseado matarle a él, a Javier y alguno que otro más que no os quiero avanzar. Esta aventura ha traído personas fantásticas a mi vida como Esther; una loca que os va a hacer reír más de lo que creéis. Me he dado cuenta de quién es mi familia y de lo importantes que son para mí. Y vale, he conocido a Markel. El primer día que lo vi sin camiseta casi muero, por suerte había bebido un poco y mi sano juicio reaccionó por mí, sino… Es guapísimo, y sí, todas van detrás de él, aunque lo siento mucho por vosotras, pero Markel es todo mío.


Una escena que abra el apetito:

—Hola —contesté cabizbaja.
—¿Te vas?
—Tengo que hacer la maleta, iré a la feria con ella y, de allí, al aeropuerto.
—Dunia…
—No digas nada, por favor, los dos sabíamos que nuestra aventura tenía fecha de caducidad.
—Para mí no la tiene.
—No será lo mismo. Markel, mañana hablamos, por favor.
Fui hacia la puerta, pero se paró en medio para que no pudiera pasar. Suspiré, pero no quise mirarlo a la cara; sabía que, si lo hacía, no me iría, y tenía que recoger las cosas de casa de Esther, no tenía más remedio.
—Mañana nos despertamos antes y lo recogemos todo.
—Creo que Javier te ha pedido que le hagas algo.
—Y lo haré, pero no te vayas.

Esther estaba en la planta inferior con Javier, esperándome. Sabía que estaba deseando pasar nuestra última noche conmigo, pero... lo veía a él frente a mí y... ¿cómo no iba a dudar si quedarme, si hacía tiempo no sentía nada igual? Tenía en una mano el bolso, en la otra una bolsa con ropa y sus ojos fijos en mis actos, en mis gestos, y no podía sentirme más nerviosa y confundida. ¿Qué era lo que debía hacer?, ¿a quién debía hacer caso, a mi corazón, a mi cabeza o a mi sexo? Éste hacía días que tenía opinión propia.

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Iris T. Hernández por la presentación.


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