domingo, 17 de enero de 2016

El rincón del escritor: Alexandra Roma presenta Capturé tu mirada en una fotografía

Una original novela que combina un rodaje cinematográfico con una preciosa e intensa historia de amor 

Una fotografía y los ojos color caramelo de un desconocido fueron los ingredientes que Bianca necesitó para comenzar a escribir un guion cinematográfico. Lo que ella no se podía imaginar es que una productora aceptaría hacer la película y, mucho menos aún, que el día en que se lo comunicasen, el destino volvería a colocar a ese hombre en su camino y que acabaría descubriendo que era actor. 

Demasiadas casualidades, ¿no? Bianca decide acabar con el azar y hacer TODO lo posible para conseguir que él sea el protagonista del filme. Lo malo es que acabará topando con el hermano mayor de éste, Matteo, un hombre misterioso, enigmático y con unos profundos ojos azules, que logra sacarla de sus casillas cada vez que se ven. 

Una bonita, dulce e intensa historia de amor al ritmo de «luces, cámara y acción» en la que la protagonista descubrirá que a veces el verdadero amor está al alcance de la mano y que hay que hacer caso a los sentimientos Una novela con la que nos reiremos, lloraremos, reflexionaremos y, sobre todo, nos enamoraremos hasta la locura. 

Ficha del libro






Los personajes nos hablan de la novela:

Bianca

¿Cómo es Matteo? Esa pregunta es muy complicada. A veces creo que ni él mismo lo sabe, que cada
día descubre algún detalle nuevo de si mismo. Un puzzle, un secreto andante, una ráfaga de aire que hace que te estremezcas con un océano en la mirada en el que deseas perderte aunque la consecuencia sea ahogarte en sus olas. 

No nos conocimos con el pie derecho que digamos. Nos encontramos en mitad del rodaje y yo, sin saber que el hermano de Sam, el actor principal de la película que me tenía fascinada, le increpé que estuviese robándole plano al protagonista. A partir de ahí las cosas no mejoraron. Por algún extraño motivo cada vez que estaba a su lado sentía la necesidad de pegarle una patada en la entrepierna, porque me retaba, me removía las entrañas, me hacía sentir, pensar, en definitiva, vivir. ¿Cómo no iba a estar cagadita de miedo cuando tenía enfrente al caballero por excelencia, ese hombre que sabes que puede ser lo mejor que te pasa en la vida o lo peor? 



***

Matteo


Conocí a Bianca antes de haber cruzado una sola palabra con ella. Lo hice a través del guion de mi

hermano, ese que se basaba en su manuscrito. Las palabras traspasaron esos folios y se me clavaron en la piel. Todo autor deja parte de su esencia en las obras que realiza y sus letras activaron algo dentro de mí que desconocía. Por un instante creí que esa magia de la que me habían hablado en África existía.

Luego coincidí con ella y me di cuenta de que era la mujer con más carácter con la que me había topado. Todo lo vivía con la máxima intensidad. Lo bueno y lo malo. Decidida, directa, divertida, luchadora, independiente y muchos adjetivos más que poco a poco me hicieron replantearme esa soledad a la que ya me había acostumbrado y no tenía intención de abandonar. ¿Cómo no hacerlo cuando incluso sus defectos y su mala leche conseguían que mi corazón latiese como no lo había hecho nunca?




Una escena que abra el apetito:

—Mi mejor amigo de África odiaba a todas las niñas —comenzó a contar—. No comprendía por qué su hermano mayor prefería estar con su novia antes que jugar al fútbol. Tanto se quejaba que un día éste dijo que iba a explicárselo. Lo acompañé porque yo también tenía curiosidad por saber qué pasaba. Nos llevó a los dos al patio y nos tendió la pelota. Nos dijo que la tocáramos y nos preguntó qué sentíamos. Ambos contestamos que nada. Entonces nos cogió la mano y nos dijo que, cuando él rozaba a su novia, notaba electricidad. Ninguno lo creímos, pero él siguió afirmando que algunas veces era tal la intensidad que podrían alumbrar a una ciudad entera. Por supuesto, nos fuimos tachándolo de loco.
—¿Por qué me cuentas esto? —pregunté.
—No lo sé. Te he mirado a los ojos y la escena ha aparecido en mi memoria. Hacía muchos años que la creía olvidada. No era uno de esos recuerdos a los que he dotado de valor.
—¿Ahora crees que lo que te dijo era cierto?
—No sé, supongo que para aceptar algo como real lo único que tengo es mi experiencia, y ésta no me ha demostrado nada de alternativas eléctricas que se producen gracias a dos personas que encajan a la perfección. —Hizo una pausa—. También, con el paso de los años, cosas que creía increíbles han resultado ser ciertas, y otras que siempre había dado por sentadas han resultado ser un mero espejismo. No sé dónde está la verdad y dónde no. Lo único de lo que estoy seguro es de que sería hermoso si eso existiera.
—¡Y podría sacarse un buen dinerillo! —dije quitándole hierro al asunto. La conversación se estaba poniendo demasiado intensa y no estaba segura de hasta qué punto podría aguantar sin lanzarme a su cuello. Al hecho de que fuera el hermano de Sam, ahora se sumaba que íbamos a trabajar codo con codo en un mismo proyecto. Definitivamente no era buena idea—. Imagínate parejas a domicilio para el alumbrado de tu hogar. Un eslogan al que nadie podría resistirse.
—Puedes estar segura de que, si alguna vez encuentro a la persona con la que pueda lograr esa reacción química y física, se me ocurren otros usos más interesantes…

Ya está. No podía más. Si me quedaba un segundo más allí, caería rendida directamente sobre esos labios pecaminosos, sin importarme un pimiento lo que ocurriera al día siguiente.

—Creo que ya podemos marcharnos —dije—. Me encuentro mucho mejor.
—¿Segura? —En su tono había implícita una doble pregunta.
—Sí —contesté a mi pesar.

Me acompañó al coche.

—Es hora de separarnos —anunció—. Ten cuidado en la carretera, Bianca.
—Lo tendré. Y, de nuevo, gracias por confiar en mí para adaptar el guion.

Hizo un gesto con la mano restándole importancia y emprendió el camino hacia su Audi A8. Verlo alejarse me produjo un vacío que me asfixiaba y no pude evitar correr a su encuentro.

—¿Pasa algo?
La mente luchaba contra el corazón. Era una pelea ajustada. Mi corazón latía desbocado y mi cabeza pedía calma. Al final, hice caso a la segunda.

—¿Cuándo nos veremos? Quiero decir… —titubeé—, si necesito ayuda, si tengo alguna duda o algo, ¿puedo contactar contigo?
—Tú siempre puedes llamarme, Bianca —replicó mientras cogía mi mano, la elevaba hasta sus labios y me depositaba un beso sobre los nudillos antes de marcharse.


Pude notar cómo la electricidad fluía entre los dos y, por cómo se giro en mitad del camino con gesto contrariado, supe que no era la única que se había dado cuenta.

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Alexandra Roma por la presentación.






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