El rincón del escritor: Laura Esparza nos presenta A contrarreloj

Ficha del libro

Andrea no puede organizar una boda. Su pequeña agencia de representantes deportivos está a punto de hacerse un hueco entre las grandes, y necesita concentrar todas sus energías en evitar que la competencia se quede con parte de sus clientes. Pero se trata de su mejor amiga…

 Luc no quiere organizar una boda. Tiene una cartera llena de superestrellas que requieren toda su atención, y hay una nueva rival en el horizonte a la que debe aplastar antes de que se convierta en una amenaza para su negocio. Pero se trata de su hermano pequeño… 


Una alianza temporal es lo único que puede evitar el desastre. Conseguir la ermita, reservar el restaurante, elegir las flores y comprar el vestido debería ser pan comido para ellos. Sin embargo, los preparativos se convertirán en una carrera contrarreloj para la que solo se acepta una apuesta: ¿quién será el primero en perder el corazón?




Los personajes (secundarios) nos hablan sobre la novela:

MARC: Bien. Estamos hoy aquí reunidos para jugarnos la pasta en una apuesta sobre la relación que Luc y Andrea mantienen en secreto pero de la que todos tenemos noticia. Y la pregunta del millón es: ¿tendrán un final feliz o alguien acabará muerto? Irene, tú eres la mejor amiga de Andrea, ¿qué dices?
IRENE: Pues, aunque tu hermano mayor es el sueño de cualquier mujer hecho realidad, no conozco a nadie tan alérgico al compromiso como Andrea. Así que creo que le bastará una semana para partirle el corazón a Luc y quedarse con su cartera de clientes.
MARC: Vale, pero recuerda que vas a casarte conmigo en unos días y que tendrás que serme fiel también de pensamiento. Maxime, tu turno. ¿Ve nuestro profesional en esto del amor verdadero un futuro para Andrea y Luc?
MAXIME: Moi? Todavía estoy agobiado con los preparativos de vuestra boda. No tengo cabeza para pensar en nada más. Pero, si de verdad están liados, y no lo creeré hasta que lo vea avec mes propres yeux, diría que dentro de dos semanas Luc pondrá su corazón a los pies de mademoiselle Haas y ella lo pisoteará con sus elegantes zapatos de tacón.
MARC: Otro que piensa que apareceremos en las páginas de sucesos. María, te toca. ¿Oyes campanas de boda para tu nieta y mi hermano? Por cierto, ¿y el resto de las chicas?
MARÍA: Convenciendo al marido de Lidia de que su mujer no tiene un problema con el juego. Aunque anoche estuvo a punto de apostar la casa en una partida de póquer. Y con respecto a los tortolitos, nadie tiene más ganas que yo de que mi nieta se enamore de un hombre tan encantador, atractivo, exitoso y…
MARC: Sí, vale. Nos hacemos una idea. Mi hermano es un partidazo.
MARÍA: Lo es. Pero conozco a Andrea y sé que va a pasar por encima del muchacho como una apisonadora dejando solo un guiñapo sanguinolento.
MARC: Parece que Luc morderá el polvo.
IRENE: ¿Tú apuestas por él?
MARC: ¡¿Estás loca?! ¡Odio perder! Yo le doy… veinticuatro horas antes de que Andrea lo deje fuera de combate. Repasemos: todos creemos que mi hermano va a salir muy mal parado de esta historia. Pequeña Silvia, faltas tú. Suelta el móvil de una vez y dinos qué opinas.
SILVIA: Estaba chateando con Luc.
MARC: ¿Pero no le habrás contado que estamos apostando sobre su vida amorosa?
SILVIA: Desde luego que sí. Y dice que os vais a arrepentir. Así que yo apuesto mi paga de todo un año a que, antes de que mi hermana diga «Sí, quiero», Luc habrá conseguido que Andrea pierda la cabeza por él. Voy a quedarme con vuestro dinero, perdedores.

Una escena que abra el apetito:

Mientras el resto entraba platos en casa, Andrea se acercó a Luc hecha una furia.

―Solo para que quede claro. Antes, en mi habitación, no estaba intentado ligar contigo.

―¿Le dices a todo el mundo que no usas ropa interior? ―preguntó, recogiendo los cubiertos.

―Tú has empezado esa conversación. Yo solo intentaba ponerle fin. No te estaba tirando los tejos. Jamás se me ocurriría insinuarme a un hombre en casa de mi abuela y, desde luego, jamás se me ocurriría insinuarme a alguien como tú.

―¿Alguien como yo?

―No quiero acostarme contigo, Luc.

―¿Nunca?

―Jamás. ¿A qué estás jugando?

A un juego que no había jugado nunca antes y que no estaba seguro de que se le diera muy bien.

―Intento asegurarme de que no te haces ilusiones. Tu mejor amiga va a casarse y los dos sabemos cómo os afectan las bodas a las mujeres…

―Oh. Y crees que como eres el único hombre soltero a mano voy a echarme en tus brazos solo para no sentirme sola. Y luego me montaré una película en mi hueca cabecita en la que tú y yo seremos felices y comeremos perdices por siempre jamás.

―O una historia similar pero en versión vegetariana.

―No temas, Luc. Eres el último hombre con el que querría casarme. Tú, yo y tu ego seríamos multitud. La próxima vez que creas que me estoy insinuando, pregúntamelo y te sacaré de dudas.

―Así que habrá una próxima vez…

―Eres insufrible.

Andrea cogió el plato con los restos de tarta y se dirigió hacia la casa.

―Eh, Haas. No te pongas así. Déjame compensarte. ¿Qué tal otra lección sobre el negocio?

Ella alzó una ceja y respondió con un entusiasmo fingido.

―Podrías escribir un libro sobre el tema, ¿sabes? Seguro que la gente pagaría por leer todo lo que estás dispuesto a compartir con el mundo.

―¿No hemos firmado una tregua que te impide usar el sarcasmo?

―Claro, mis disculpas. Ilústrame, Luc. Estoy deseando aprender del maestro.

Luc se acercó hasta ella, ignorando su reiterada transgresión de las normas de su alto el fuego. Porque tenía algo importante que decir y ella iba a oírlo, le gustara o no.

―Hay dos clases de clientes en este mundillo ―explicó―. Los que se mueren por que los representes y los que preferirían morir antes de contratarte. Evita a los primeros y persigue a los segundos hasta que les hagas cambiar de opinión. Los que se resisten son los únicos que merecen la pena. Y al final siempre terminan dándose cuenta de que no podrían vivir sin ti.

―¿Se supone que eso es una especie de metáfora?

―¿Tienes que preguntarlo? Por cierto, si de verdad quieres que me crea que no estás interesada en mí, deberías usar camisetas de manga larga. ―Con un dedo le acarició el brazo y colocó el tirante del sujetador en su sitio―. O pensaré que has empezado a usar lencería sexy solo para provocarme.

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Laura Esparza por la presentación.