domingo, 17 de diciembre de 2017

El rincón del escritor: Nesa Costas nos presenta La broma


La sangre ya estaba seca. Salpicaba sus vaqueros y su jersey con un siniestro estampado… La ley de utilidad ciudadana pretende acercar dos mundos muy diferentes a través de una gran asociación benéfica. Elisa y su hermano se unen por imposición. Mateo y su hermana por necesidad.
Tras las buenas intenciones, se oculta el verdadero peligro. Cuando Elisa deja de fingir ser lo que no es, empezarán los problemas para Mateo. No podrá librarse de ella, aunque ambos sepan que es la única forma de mantenerla a salvo.
La atracción entre ellos desencadenará los sucesos, y los primeros en verse afectados serán sus hermanos.
Un estudio sociológico. La búsqueda de la droga perfecta. El riesgo que supone salirse del papel establecido.

O detienen la amenaza, o todos serán arrastrados al olvido.





Ficha del libro



Los personajes nos hablan de la novela:

Mateo:
La vida en el barrio siempre ha sido dura, y sucia. La nueva asociación benéfica no iba a cambiar eso, como tampoco lo haría la estúpida ley de utilidad ciudadana. Yo sabía dónde iba la caja, pero quería ver mejor a una de las voluntarias. Qué sorpresa cuando ella me vio a mí. Fue un flechazo, os lo juro. Al menos por parte de Elisa. Por la mía… No quería, y hacía bien, porque la tía acabó convirtiéndose en mi peor pesadilla.

Tuve parte de culpa, no estuvo bien acorralarla en aquella sala, pero mi hermana no debería haber sufrido las consecuencias. Fueron a por ella, el novio de Elisa y sus amigos engañaron a Rebeca. Cuando se fueron, creí que todo había terminado. Además, volvían a detenerme, y me tocaba hacer mi trabajo.

Pero regresé, igual que Elisa. Igual que Nacho. Ahora sí que no quería a Elisa allí, pero porque supe desde el primer momento que se pondría en peligro. Si su empeño por salvar a su hermano la había llevado a cometer allanamiento, no quería ni pensar hasta donde llegaría por proteger a los chicos a los que daba clase.

Elisa no iba a mirar hacia otra parte. Yo no podía protegerla. Entre tantos frentes, ignoré por completo el estudio que llevaban a cabo con nosotros, hasta que los resultados me arrastraron como al resto.


***

Elisa:
Desde el primer momento en el que puse un pie en la asociación benéfica quise irme. Mateo tuvo mucho que ver, pero no era lo único inquietante. No me gustaba la nueva ley, ni la gente, ni que mi hermano Alonso se encontrase en un lugar en el que las drogas estaban al alcance de la mano. Pero si mis padres no estaban preocupados, yo tampoco debería. Hice cuanto pude por mantenerme en mi papel, por ignorar que estoy en este mundo de prestado, y que mi hermano es un maldito yonqui. De tanto mirar sin ver, no vi el daño que le supondría a Rebeca.

Yo la encontré en el baño, y gracias a eso está viva. No espero que nadie me felicite, porque bien podría haber actuado antes y evitar el desastre. Sin embargo, no pensaba retirarme. Ella era lo único que podía mantener a Alonso lejos de las drogas. Les gustase o no a los demás, iba a salir algo bueno de todo eso.

Por eso regresé a la asociación, y empecé a implicarme con los chicos. Mateo también regresó, y con él su empeño por alejarme. Me intimidaba, me atraía como nadie, pero no pensaba dejar que ganase esta batalla. Me enamoré como una idiota, sobre todo porque podía ver mucho más de lo que él mostraba a simple vista.

Para cuando llegó Nacho, mi determinación no flaqueó lo más mínimo. Lo que me supusiera a mí me daba absolutamente igual. Iba a dolerme, podría terminar muerta, y Mateo estaba en contra. Lo aceptaba todo, y, cuando asumí que me venía grande, fue demasiado tarde para retirarme. Lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar, y que, una vez más, yo tendría parte de culpa en el desastre.

Una escena para abrir el apetito:

Elisa estaba sentada en una mesa, justo como la primera vez. Mateo no iba con intención de tontear con ella, pero no por falta de ganas. Desde el primer momento le pareció guapa. Cuanto más descubría sobre ella, más le atraía. Si se acercaba iba a cagarla. Se apoyó en el marco de la puerta, y la observó un rato antes de hacerse notar.

—Al final lo conseguiste.

La vio levantar la cabeza, y bajarse de la mesa de un salto. A Mateo se le escapó una risa. Al parecer, ella también esperaba que se le acercase, porque se puso todavía más nerviosa al ver que no hacía amago de moverse. A Mateo le estaba costando. Lo incitaba con esa mirada cauta y el rubor en las mejillas.

—No sé de qué me hablas —murmuró esquiva. 

Mateo pronunció su sonrisa ante su ceño fruncido.

—Ya lo creo que sí. Estamos peligrosamente cerca de ser familia.

Elisa asintió. Sus ojos claros se volvieron suspicaces.

—Te veo entusiasmado. ¿Ya le has partido la cara... otra vez?

Mateo también asintió. Había algo que no terminaba de encajar. Lo estaba evaluando, y no le hacía la menor gracia.

—Anoche. Tras la emoción de saber que va a vivir en mi casa. 

La vio hacer un esfuerzo por no reírse. Se preguntó cómo llevaría ella la reacción pésima de sus padres. No perdía nada por preguntar.

—Al parecer, no soy el único feliz por la pareja. Tus padres se lo han tomado de maravilla.
El tema de la familia cambio su actitud por completo. Bajaba la mirada, pero ahí seguían la rabia y el empecinamiento.

—Sí, ya.

Elisa le dio la espalda para recoger sus papeles. No estaba tranquila. Y él tampoco. Deberían dejar las cosas claras entre ellos, pero solo parecía haber un camino. Mejor no tomarlo.

—¿Vamos a comer juntos los domingos?

Le pareció que se reía. 

—Seguro que sí. 

—¿Vas a quedarte? No veo con qué vas a entretenerte ahora.

Mateo estudió su cuerpo. Los vaqueros le sentaban de maravilla. El jersey gris se amoldaba a su cintura. No estaba cómoda, pero casi podría jurar que la tensión no tenía nada que ver con él. La mala sensación se agudizó. Le estaba ocultando algo. Un grito a su espalda lo hizo apartarse de la puerta. 


Desde LecturAdictiva damos las gracias a Nesa Costas por la presentación.

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