domingo, 12 de marzo de 2017

El rincón del escritor: Loles López nos presenta Campanilla olvidó volar

Una novela romántica sobre las falsas apariencias y la necesidad de hacer las paces con nuestro pasado para poder disfrutar del futuro.
 Para volar es necesario superar el miedo que hace que uno se aferre al suelo.
Abril es una mujer risueña, irónica y capaz de hacer cualquier cosa por difícil que sea. Pero en su interior esconde un pasado que no desea recordar ni desvelar a nadie. Una noche, mientras supervisa una boda, conoce a Julen, un hombre muy seductor que se propone besarla bajo la luna llena de Corfú y que, para su sorpresa, lo consigue. Un beso corto pero muy intenso, de los que marcan para toda la vida.
La llamada de una novia solicitando sus servicios y el viaje hacia la capital de España hacen que Abril se vuelva a reencontrar con Julen, que desea, a toda costa, culminar lo que comenzaron en la isla. Pero el destino hará que Julen se replantee su conquista y se centre en conocerla mejor, porque intuye que, detrás de esa eterna sonrisa, oculta algo que él podría aprovechar en su propio beneficio.
Lo que ninguno de los dos sabe es que están a punto de vivir una conmovedora historia de amor donde el humor, la amistad, los enredos y las mentiras los llevarán al límite, y donde tendrán que elegir si fiarse o no el uno del otro.
Campanilla olvidó volar es una novela donde se refleja el temor a confiar en las personas, en mostrarse tal y como se es de verdad, sin medias verdades y sin artificios, única manera de alcanzar el amor verdadero. 

Ficha de la novela



Los personajes nos hablan de la novela:

Julen: Tengo la suerte de tener un trabajo que además de darme múltiples satisfacciones, también me da la posibilidad de conocer a bellas mujeres a las que conquistar y con las que divertirme. Pero esta no fue la misma historia de siempre. Asistí a la boda de mi mejor amigo con la convicción de que me portaría bien y que estaría más pendiente de los novios que de las damas de honor, pero claro, es que yo no sabía que mi buen amigo Pablo ―el muy bribón―, había contratado a una deslumbrante organizadora que vestía como una princesa pero que tenía el ímpetu de un equipo de rugby, con unas contestaciones terriblemente irónicas que fueron lo más refrescante y divertido que había vivido en bastante tiempo. Además de todo eso, tenía un optimismo que desprendía con cada frase que decía y una sonrisa tan tentadora que supe, nada más ser testigo de ella, que quería probar esos labios que se curvaban tan deliciosamente y, en contra de todo lo que yo mismo me había propuesto al asistir a aquel evento tan importante para mi amigo, puse todo mi empeño en seducirla.
 La organizadora de la boda era un bombón, eso no lo podía negar nadie, rubia, alta y con una vitalidad que transmitía a cada paso que daba y con cada palabra tajante que me lanzaba, que lejos de desanimarme, me incitaba más a lograr mi objetivo. Sí, sé que fui un poco canalla cuando me lancé, casi a la desesperada, a probar esos labios que habían sido mi fijación ―incluso podríamos decir que se convirtió en obsesión―, durante toda la velada, pero pensé ―iluso de mí―, que al besarla, bajo la luna de Corfú en aquel precioso palacio que perteneció a la princesa de Austria, que se disiparía aquel anhelo por hacerla mía, porque, como me decía, Abril era una mujer más, como otras tantas… Pero lo que jamás me imaginé que, aquel sutil beso, me despertara unas ganas irremediables de poseerla… Sí, debo confesar que me costó muchísimo marcharme de esa boda solo, pero lo hice por mi amigo, no quería llevarme a la organizadora de su boda en mitad de ésta, aunque lo deseara fervientemente. Pero no me marché de allí sin prometerme antes que la volvería a ver, aunque aquello significase, tener que mover más de un hilo para volver a encontrarme con ella, de una manera sutil, para que ella no se echara para atrás y que creyese que el destino había sido el causante, pero que fuera tremendamente efectiva y así, poder terminar lo que comenzamos en Corfú. ¿Qué podría salir mal?


***

Abril: «¿Qué había hecho?» Me pregunté nada más ver cómo Julen se alejaba de mí, con paso seguro, dejándome en los labios su sabor dulce y una excitación que creí olvidada… ¡Estaba trabajando y no ligando en un bar! Por eso agradecí que Julen no quisiera más que un simple beso, por eso no quise pensar más en él y me volqué en aquella boda, ¡en la más importante que habíamos tenido desde que creamos esa pequeña empresa! No quería ni pensar que aquel descuido por mi parte afectara aquel encargo tan importante. Por eso no pensé más en él, sólo lo justo para ratificar que era un hombre muy atractivo, guapo a rabiar y con un máster en seducción, pero yo no estaba ahí para buscar pareja, sobre todo, porque ni la quería en aquellos momentos ni en un futuro inmediato. ¡Sólo me faltaba eso! Con lo ajetreado que era mi día a día, lo único que me faltaba era empeorarlo más con un hombre que sólo buscaba sexo y poco más… 
Después de unos días de descanso en aquella isla encantadora, gracias a la generosidad de mi buena amiga que me invitó a disfrutar de esas mini vacaciones, que me supieron a gloria; volví a Valencia, a mi rutina, a mis problemas y a la lucha diaria que tenía para poder dedicarme sólo a organizar bodas… 
Por eso cuando me llamó una novia para pedirme presupuesto para organizar su boda, no lo dudé ni un segundo y me desplacé a Madrid con ilusión y ganas, ya que organizar otra boda más me acercaría a mi objetivo. Lo que jamás me hubiese imaginado era lo que viví en aquella ciudad, si lo hubiera sabido a lo mejor hubiese llevado también a Maca… Todo empezó como tenía planeado: me encontré con la novia, la cual era una mujer simpática y dispuesta a firmar ya el contrato con nuestra pequeña empresa. Estuvimos hablando de todo lo que ella deseaba para ese gran día y me invitó a ir al despacho del novio, el cual no había podido asistir a esa cita por temas de agenda. Por supuesto que fui, no me podía permitir el lujo de tirar por la borda un posible contrato, pero lo que me sorprendió dejándome con cara de boba, no fue entrar en aquella maravillosa empresa que admiré embelesada, no, lo que me dejó congelada fue volver a ver a Julen… ¿Era así de guapo cuando lo conocí? Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder recomponerme delante de él, debía aparentar ser una mujer de negocios y no una colegiala que se ruborizaba ante el guapo de la clase; por eso lo saludé y acompañé a la novia al interior del despacho donde nos esperaba el novio para hablar del futuro enlace, intentando recomponerme de aquel encuentro que ni esperaba ni ansiaba... 
Cuando acabé la reunión, salí de aquella impresionante empresa y me dirigí de vuelta a mi automóvil, pero claro, Julen era del tipo de hombres que no entendían la palabra «no». Y cuando me lo encontré a solas, volvió a la carga, pero yo fui más rápida que él. ¡Lo siento, Julen, tú no entras en mis planes!
Pero cómo iba a saber yo que esa no sería la última vez que lo iba a volver ver, si hubiera sabido que con decirle cierta cosa, pondría los pies en polvorosa, lo hubiese hecho sin dudar. Era increíble que aquello lo asustara… ¡Y luego decían que las raras éramos nosotras! 
Pero la cosa empeoró todavía más cuando me salió mal la jugada al decir ―o más bien, no decir―, cierta información, ya que de repente, ese hombre no me quería seducir, no quería meterme en su cama, si no, algo peor... A ver Julen, que te quede cristalino: ¡¡NO QUIERO CONTARTE MI VIDA!!
Ay, que me temo que este hombre no se contentará con un «no»…


Una escena que abra el apetito:

Tras pagarle al taxista y bajar del automóvil, se quedó observando el portal donde vivía Abril, mientras se alisaba la americana. Suspiró e hizo lo que creyó conveniente para llegar hasta ella sin darle opción de rechazarlo: llamar a algún vecino para que le abriese la puerta. No fue fácil, a esas horas no dejaban entrar a cualquiera, pero a la tercera intentona obtuvo lo que quería: acceder al edificio. Subió en el ascensor, sintiéndose culpable de forzar tanto las cosas. Maca tenía razón en parte al pensar que era un Casanova, pero no quería jugar con Abril, sólo la deseaba y no lograba quitarse de la mente aquellos labios tan tentadores que había podido probar casi de pasada en Corfú. Se había propuesto que sería legal con ella, que no jugaría con sus sentimientos, sólo sexo o, mejor aún, amigos con derecho a roce, eso sería lo ideal para ambos, sobre todo para él. Al llegar delante de la puerta de Abril, llamó al timbre. Desde fuera se oían gritos de júbilo y música muy alegre que no pudo reconocer. Al poco le llegó su voz pizpireta diciendo que había oído el timbre, luego descorrió el cerrojo de la puerta y al fin apareció ella… 

―¿Es que no sabes aceptar un no por respuesta? ―preguntó de malas maneras, cambiándole el semblante por completo cuando lo vio. 

Julen se quedó mirando cómo iba vestida y se quedó totalmente extrañado de su indumentaria. Llevaba un tutú verde lima, una camiseta del mismo color y unos leggins negros. Su cabello rubio estaba recogido de mil formas imposibles, con gomas de diferentes colores, y en medio de aquel despropósito de peinado brillaba una pequeña tiara de plástico dorado; el rostro estaba maquillado en exceso, con chorretones de rímel, sombras demasiado grandes, los labios mal pintados en color rosa, como si no hubiese atinado al reseguir la línea de éstos. Era una imagen difícil de catalogar, no sabía ni siquiera qué pensar y en su rostro se reflejó la incertidumbre de verla de aquella guisa. 

―Em… Abril… ¿por qué vas así?



Desde LecturAdictiva damos las gracias a Loles López por la presentación.




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