domingo, 28 de diciembre de 2014

El rincón del escritor: Mar Vaquerizo nos presenta Mi vida en tus manos

Ficha del libro
Mara está a punto de celebrar a lo grande su treinta cumpleaños con todos sus amigos. Es una de las pocas veces al año que disfruta del tiempo libre, ya que su trabajo como desarrolladora de proyectos de armamento militar para diversos gobiernos le absorbe la mayor parte de su vida. Justo la víspera de tan ansiado día, un robo en su casa y una agresión a su guardaespaldas hacen tambalear todos los planes.
Samuel, el inspector de policía encargado del caso, aparece para terminar de desbaratar su ordenada existencia. Según su intuición, que nunca le ha fallado, Mara corre un peligro inminente y, aun en contra de la voluntad de la mujer, no la dejará sola hasta que el caso se resuelva.








Los personajes nos hablan de la novela:


Soy Mara, ingeniera del departamento de desarrollo de proyectos de armamento militar en la empresa familiar, aunque debido a los secretos que este trabajo requiere por la avanzada tecnología que se emplea,
en mi tarjeta de visita solo puede leerse: relaciones públicas de H & H Technology.
No os equivocáis si pensáis que mi vida es trabajo, trabajo y nada más que trabajo. Solo hay una fecha al año tan especial como para apartarme de mi laboratorio y disfrutar de mis amigos, mi cumpleaños, pero justo este año en el que lo he pasado especialmente mal por el estrés, me lo quieren estropear…
Anoche alguien atacó a mi guardaespaldas… en mi casa… y un inspector de policía muy pesado y excesivamente protector, insiste en que se equivocaron. Según él no es un robo al uso, me querían a mí y ha decidido no dejarme ni respirar.
Es muy guapo, no lo voy a negar, también muy sexy y tiene una mirada canalla que hace que pierda la concentración y hasta la respiración, pero es tan tan, tan, tan, tan pesado con la seguridad, que ha decidido apuntarse a mi cumpleaños y me niego. ¡No le quiero estropeando el único día del año en qué me puedo divertir! 
Adelantaré el vuelo y se quedará en tierra. A Londres me voy con mis amigos y nadie más…
A la vuelta, ¿quién sabe? Quizá le llame para pedirle una cita.

***

Mi nombre es Samuel Valencia y soy inspector de policía en Madrid.
Me han pasado cosas raras en mi trabajo, muchas, pero lo de ayer es extraño… Acudí a investigar el aviso de un robo en casa de la hija del propietario de una de las empresas más importantes del país, H & H Technology, que resultó no ser tal.
Todo estaba revuelto y agredieron a su guardaespaldas. Una mujer de su misma complexión y color de pelo, que debido a su entrenamiento, se defendió a pesar de todo e hizo huir al delincuente sin cumplir su
objetivo…
He intentado interrogar a la dueña de la vivienda para llegar a alguna conclusión respecto a ese robo, pero no me lo pone nada fácil. 
Esta princesita rica y consentida no me cuenta nada con lo que poder trabajar y además me exige discreción para no preocupar a su padre, hecho que aún me confunde más.
¿Quién es esta mujer? ¿A qué juega en sus laboratorios? ¿Qué pretende hacer celebrando su cumpleaños nada menos que en Londres?
Jamás he dejado un caso a medias, ni a una víctima indefensa. No sé qué quieren los ladrones, pero algo me dice que ella es el botín y no voy a permitir que la roben por un estúpido viaje.
Es preciosa y sexy, mucho… y cuando me llama Sam con ese tono de voz tan sugerente, me vuelve loco, pero también es muy cabezota y me saca de mis casillas.
Mara no sabe lo concienzudo e intuitivo que soy en mi trabajo. Si tengo que ir con ella al fin del mundo para salvaguardar su vida, lo haré. Si tengo que anteponer mi vida a la suya… Ella vivirá sobre todas las cosas.

Una escena que abra el apetito:

Al llegar, los coches nos estaban esperando en el aeropuerto y, cómo no, Samuel se
ocupó de repartir a todo el mundo, dejando un vehículo para nosotros solos y el chofer.
—No me mires así —dijo con media sonrisa de superioridad—. No creo que te haga
mucha gracia que alguno de tus amigos esté en este automóvil si pasa algo. ¿Me equivoco?
De nuevo tenía razón. Ya había perdido la cuenta de las veces que me había fastidiado
eso, pero por otro lado le estaba agradecida. No teníamos ni idea de qué podía estar pasando
y, por extensión, de lo que nos podía suceder. Me apreté las sienes con los dedos, recostada en
el asiento trasero del vehículo junto a él. Me empezaba a doler la cabeza y no era el momento.
Abrí el bolso, saque un ibuprofeno y la botella de agua y me lo tragué sin contestar.
—No pienses, ¿vale? —propuso en tono dulce—. Es tu cumpleaños, pásalo bien y deja lo
demás en mis manos. No voy a permitir que te pase nada, ni a tus amigos tampoco.
Se lo agradecía de verdad, no sabía cuánto, pero todo aquello era demasiado como para
poder hablar en ese momento. Sólo tenía fuerzas para dejar caer la cabeza en el respaldo del
asiento, ponerme las gafas de sol y esperar a llegar al Berkeley, nuestro hotel. Sabía que me
estaba mirando y se sentía mal. Oí un suspiro que estaba segura de que no quería emitir,
haciéndome sentir fatal por mi comportamiento.
—Gracias —susurré sin moverme ni un milímetro—. Gracias por todo.
No lo veía, pero sabía que estaba sonriendo y sin querer yo también lo hice. Algo raro
me estaba pasando con aquel hombre, me descolocaba en todos los sentidos posibles. Me
sentía totalmente desconcertada por las sensaciones.
—De nada. Sólo lo hago porque quiero conocer el fiestón del Ministry —susurró
juguetón imitando lo que horas antes le había dicho en mi casa sobre la discoteca donde
celebraríamos parte del cumpleaños.
Comencé a carcajearme en cuanto lo oí. Estaba claro que no siempre era borde, tenía
otra faceta que estaba segura de que era fantástica y no se la estaba dejando mostrar. Me
gustaba este nuevo Samuel, más aún que el anterior.
—No te vas a arrepentir, te lo aseguro —contesté entre risas.
—Más te vale —amenazó con una sonrisa capaz de parar el tráfico.
Continuamos en silencio bastante rato. Por mi parte, para intentar que el dolor de
cabeza desapareciera y, por la suya, imaginé que para pensar en todo lo que estaba sucediendo
y en sus intuiciones, que según él nunca fallaban.
Quedaba poco para llegar cuando recordé que no le había reservado habitación. En otro
momento me hubiese hecho gracia, pero, ahora que empezábamos a tener una relación más
cordial, no quería empezar a discutir otra vez.
—Samuel, espero que no te siente mal lo que te voy a decir pero… no he reservado
habitación para ti, de verdad que no pensaba que fueras a venir.
¿Eso era culpabilidad? ¿Mi tono denotaba culpabilidad? ¡Vaya, pues sí que estaban
cambiando las cosas!
—Te he dicho que seré tu sombra. No necesito habitación —respondió con una mirada
demasiado intensa.
«¡Toma ya!, ¡¿y ahora qué? ¡Tranquila, Mara, tranquila, que nos conocemos! Tienes una
suite deluxe, ¿no? Pues… ¡Al sillón con el inspector Valencia! ¡¡¡No!!!, ¡eso no!… ¡Al sillón,
inspector Valencia!»
—No me cabrees más, ¿quieres? —le pedí rendida mientras entornaba los ojos, aunque
él no los viera por las gafas.
—Sólo te estoy diciendo que dormiré donde tú duermas.
—Inspector Valencia… —arrastré las sílabas ya sin ganas de discutir, llamándole por su
nombre profesional.
—Hay mucho suelo, no soy como tú crees —concluyó con el tono de soy-poli-me-tomoen-
serio-mi-trabajo.
Lo dejé por imposible. Cada vez que intentaba que todo fuese más calmado, la cosa iba a
peor, así que no pensaba probarlo más. Sólo quería que la cabeza dejara de dolerme. Suspiré
hundiéndome de nuevo en el asiento. No quedaban más de diez minutos para llegar y quería
aprovecharlos.
Para no variar, la paz duró exactamente treinta segundos. El móvil comenzó a berrear y,
de peor humor si cabía, contesté sin mirar la pantalla. El silencio del otro lado me puso alerta
inmediatamente y como una bala colgué, dejándolo caer en mis piernas como si quemara.
—Dime que no era lo que creo —dijo el policía en tono amenazador, acercándose más a
mí.
Debió darse cuenta del pánico que me entró en el cuerpo en ese instante. Ya no podía
más, necesitaba disfrutar de un cumpleaños feliz como hacía todo el mundo.
—Perdona —susurró comprendiendo lo asustada que estaba—, no quería… Tranquila,
no va a pasar nada. Has colgado muy rápido, no les ha dado tiempo.
Eso ya sí que me hizo revolverme. ¿Era preciso ver cómo me invadía el pánico para
hablarme bien? ¿Es que no comprendía que yo sólo era una ingeniera feliz entre sus nanobots,
sus amigos, su padre y poco más, que no tenía ni idea de lo que suponía todo lo que él creía
que iba a pasar?
—No me hables así sólo porque esté asustada. Ya nos conocemos, no me aguantas y yo a
ti tampoco. Se me pasará, no te preocupes.
No quería llorar y mucho menos que me viera él, pero una más y no lo soportaría.
Chascó la lengua y se dio un golpe en la pierna con el puño cerrado de impotencia. A lo mejor
se había dado cuenta de que no era tan fuerte como aparentaba ser, que sólo era una chica
asustada que no quería perder su libertad por unos sinvergüenzas.
—Mara… —lo noté inseguro por primera vez en todo ese tiempo—, no pretendía
hacerte daño… no quería…
—Da igual —lo corté sin miramientos—. Estamos llegando y mañana esto se habrá
acabado. No lo estropees más, sólo te pido ese favor.
Lo observé unos segundos. Se sentía culpable y parecía no saber cómo arreglarlo. Estaba
segura de que podía ser un hombre muy dulce y atento; tenía una intuición como la suya a ese
respecto, pero conmigo todo había ido mal.
Guardé el móvil en el bolso para no mirarlo más y toqué el sobre. Lo saqué para intentar
distraerme hasta que aparcáramos en la puerta del hotel. Sabía que me estaba observando,
pero no le hice ningún caso.
Lo abrí ilusionada. Sólo era una tarjeta de cumpleaños muy bonita llena de corazones de
caramelo. Sonreí y miré dentro. Debí quedarme como la cera porque en un segundo lo tenía
junto a mí, cogiéndome la cara y preguntando qué me pasaba.
—Mi… madre… —balbuceé aterrada.
—¿Tu madre? Pensé que no tenías relación con ella, me lo dijo tu padre.
¡¡¡Mi madre!!! Después de cinco años sin saber absolutamente nada ella me mandaba
una tarjeta de cumpleaños. Un sudor frío comenzó a florecer en mi cuerpo. Algo no iba bien.
Las palabras atropelladas del guapo inspector lo corroboraban.
—Y no la tengo —susurré porque no me salía la voz—. Se fue hace cinco años y dejó sólo
una nota que decía: «No estoy enamorada de papá. Ya eres mayor para comprender que,
cuando encuentras tu amor de verdad, tienes que seguirlo. Te quiero. No te olvidaré. Mamá.»


Desde LecturAdictiva damos las gracias a Mar Vaquerizo por la presentación.



2 comentarios:

  1. Gracias a vosotras, chicas!!!!
    FELIZ NAVIDAD y FELIZ AÑO!!!
    Bssssssssssssssssss

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  2. Muchas gracias por esta magnífica presentación.

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