domingo, 24 de agosto de 2014

El rincón del escritor: Pilar Cabero nos presenta Algo inesperado

Ficha del libro


Martina es profesora de educación infantil, divorciada y con un hijo de ocho años. Es feliz con su vida tranquila, sin más sobresaltos que las citas a ciegas que su amiga Carla le organiza.
Ander es instructor náutico y le gusta vivir la vida sin comprometerse, disfrutando del mar y de los amigos.
Pero todo cambia cuando Martina se muda al edificio y tropieza con Ander, su simpático y atractivo vecino, por el que se sentirá fuertemente atraída. Él, por su parte, intentará conquistar a esa vecina que lo excita tanto.
Sin embargo, los diez años que los separan escandalizarán a quienes los rodean, porque cuando el más joven es él...








Los personajes nos hablan de la novela:

¡Hola! Soy Ander Uribe, instructor náutico.

He conocido a mi vecina del segundo. Hay que joderse, es profesora. ¡Mi fantasía hecha realidad! Y no está nada mal. Tiene unos preciosos ojos color miel que me miran con severidad. ¡Si supiera lo mucho que me pone cada vez que lo hace…! Sé que es mayor que yo, pero no es algo que me preocupe demasiado.
Disfruto mucho cuando bajo a su casa y juego con Jon, su hijo. Me cae muy bien el chaval. Él no es consciente, pero me está facilitando las cosas para estar más tiempo con su madre. Con los dos, en realidad, y cada día me gustan más esos ratos. Creo que el capullo de su exmarido le ha quitado confianza en sí misma. 
Me encanta decirle a la profe cosas subidas de tono y ver cómo se ruboriza. Se nota que, pese a su edad, tiene poca experiencia con los hombres. Si imaginara lo mucho que sueño con lo que le haré el día que, por fin, la tenga en mi cama, se sonrojaría hasta las uñas de los pies. Espero que no me haga esperar mucho. 

Por el momento me contento con provocarla a la menor ocasión mientras espero que el viento cambie y pueda llevar a cabo todos esos sueños.

***


¡Buenos días! Mi nombre es Martina López, soy profesora de primaria, divorciada y con un hijo de siete años.
Cualquiera que supiera lo que sueño con mi vecinito del ático se llevaría las manos a la cabeza. Tengo treinta y ocho años y nunca me había sentido tan atraída por un hombre más joven que yo. ¡Es un yogurín, por Dios! Claro que Ander a veces me hace olvidar su edad, y con ese pico de oro que tiene es capaz de seducir a una santa.
Nuestra presentación no fue lo más glamoroso del mundo. Aún me ruborizo al recordarlo. Si no hubiera sido por esos ojos que tiene, tan azules como luces de neón, habría visto al perrito y no habría terminado en el suelo como una patosa. Ni mi bolso habría vomitado todo su contenido, incluido el vibrador que me acababa de regalar Carla por mi cumpleaños.
Me gustaría pensar que Ander solo es un jovenzuelo con las hormonas revolucionadas, pero es mucho más que eso. Es amable y dispuesto a ayudar, tanto a mí como a Jon, que está encantado con sus visitas.
Lástima que a mí su presencia, sus ojos y ese cuerpo de modelo de ropa interior me hagan sentir cosas que no debería. A veces me pregunto ¿qué pasaría si me dejara llevar por el deseo?


Una escena que abra el apetito:

    “«Hay mañanas en las que deberías haberte quedado en la cama», pensó Martina, mientras veía, impotente, como se desperdigaba el contenido de su bolso por el suelo.
    Había tropezado con una bola pequeña y peluda, que se escurrió entre sus tobillos al tiempo que ella entraba en el portal. Ahora estaba en el suelo, intentando levantarse y muerta de vergüenza. El sentido del ridículo suele aparecer cuando hay alguien para verlo. Y claro, allí estaba él. Un joven de ojos tan azules que hubieran hecho llorar de envidia al mismísimo Paul Newman.
    El motivo de su vergüenza no era haberse caído cual árbol recién talado; eso era lo de menos. La razón era el vibrador que su amiga Carla le había regalado ese día por su cumpleaños y que ahora, en marcha, reptaba por aquel suelo de mármol como si fuera un gusano epiléptico.
    —Lo siento mucho. ¿Te has hecho daño? —preguntó él, ofreciéndole la mano—. El pobre Coco llevaba todo el día sin salir. Lo siento. Eres la nueva del segundo ¿no? —Martina aceptó aquella mano grande y cálida para levantarse—. Soy Ander, el del ático.
    —Martina —murmuró. Sentía la cara como un tomate maduro.
    Sin atreverse a mirarlo, se abalanzó a por las hojas de los ejercicios, que había llevado para corregir, y a por el vibrador, antes de que su vecino lo descubriese. Por desgracia no fue lo suficientemente rápida; en dos zancadas él ya lo había cogido, desconectado y… ¡estaba leyendo el nombre que la loca de Carla había escrito con rotulador indeleble junto al botón de encendido!
    —Creo que tu amigo Lobezno tenía ganas de jugar.
    Martina lo tomó para lanzarlo al fondo del bolso, de donde nunca habría debido salir. La cara le ardía como una estufa al rojo.
    «Tienes treinta y ocho años. ¡Por Dios! Puedes tener un vibrador o una docena y a nadie le importa.»
    Intentando calmarse, se atrevió a mirar a su vecino. Sus ojos seguían siendo espectaculares. Había sido su poder de atracción el culpable de que al entrar no viera al pequeño bicho peludo. Ahora había descubierto que tenía un hoyuelo en la mejilla izquierda. Desde luego, estaba muy, pero que muy bien. Lástima que fuera tan joven; seguro que ella le sacaba al menos diez años. Una pena.
    —Gracias. Me lo acaba de regalar mi amiga. Ella le ha puesto ese nombre —explicó, intentando controlar la vergüenza.
    —No está mal —asintió, sin apartar los ojos de ella.
    Tenía una forma de mirar con tanta atención que Martina se quedó prendada sin darse cuenta. Luego, como volviendo en sí, se agachó para recoger todo aquel batiburrillo de bolígrafos, cartera, móvil, brillo de labios, distintas piezas de Playmobil, toallitas húmedas y demás enseres, para devolverlos al enorme bolso. Al incorporarse, Ander ya tenía todas las hojas de ejercicios en las manos.
    —Eres “profe”. —Su hoyuelo hizo una fugaz aparición al tiempo que hacía un gesto con las cejas, como si el detalle le resultara gracioso.
    —Pobrecito Coco, ¿te han dejado solito en la calle? —dijo un joven pelirrojo al entrar en el portal. Llevaba un Yorkshire en los brazos. Al ver a Ander se le iluminó la mirada—. ¡Hola, corazón! Acabo de encontrarme a Coco. ¿Cómo es que estaba suelto y solo? —Se acercó para dar un par de besos en las mejillas a Ander antes de dejar al perro en el suelo y sacudirse las mangas de su americana azul turquesa.
    —Hola, Leo. Hemos tenido un accidente. Estaba ayudando a mi nueva vecina a recoger sus cosas. —Se volvió hacía ella—. ¿Lo tienes todo?
    —Sí. Gracias —Les sonrió a los dos y muy digna, sin esperar al ascensor, subió los dos pisos andando.
    Bueno, pues resultaba que su vecino no solo era unos diez años más joven que ella: además era homosexual. Eso terminaba con cualquier posibilidad.”

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Pilar Cabero por la presentación.

2 comentarios:

  1. muchisimas gracias, me ha encantado, despues de leer las criticas tengo unas ganas locas de leerlo y despues de esta original y divertida presentacion aun mas, gracias a Pilar y al blog.

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  2. Entre las buenas criticas y estos comentarios de los protagonistas tengo que ponerme con él sí o sí.
    Muy original.
    Gracias.

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