domingo, 1 de junio de 2014

El rincón del escritor: Miranda Kellaway nos presenta Veneno en tu piel

Ficha del libro
Theresa Brennan, hija bastarda de un poderoso terrateniente de Devon, solo tiene un propósito en la vida: vengarse del hombre que la engendró y la abandonó a su suerte. Para cumplir su cometido viajará a la campiña inglesa con una falsa identidad, sin sospechar que allí encontrará a alguien que convertirá su universo en un auténtico caos: Gabriel Whitfield.

El administrador y brazo derecho de su padre es un enigmático y apuesto caballero por el que pronto experimentará una poderosa atracción. Entretanto, en Londres, Jack el Destripador ha comenzado a sembrar el terror, aunque no será el único. Otro criminal sigue sus pasos, y Theresa comprueba, con angustia, que sus víctimas le resultan conocidas.








Los personajes nos hablan de la novela:

Estimadas damas y distinguidos caballeros,

Mi nombre es Gabriel Whitfield, soy natural de Oxford, y ejerzo como administrador del señor Adam Harleyford en una finca en la campiña, concretamente en Devonshire. Aunque esa no es mi verdadera profesión...
Verán, yo acepté ese empleo por una simple razón: Felicity Harleyford, la hija de mi jefe, una muchacha cándida de la que llevo enamorado cinco largos años. Y también, claro, por la amistad que me une a Adam. Lo que no me esperaba yo era que, una noche de tormenta veraniega me cambiara la vida...
No os voy a contar mucho sobre ella, solo que es la dama más intrigante que he conocido. Es astuta, apasionada... y guapa como el mismo demonio. 

La señorita Brennan me saca de mis casillas. Con lo tranquilo que estaba yo con mi eterno enamoramiento, y tenía que venir a fastidiarme y volver mi mundo del revés... y lo peor de todo, es que encima, cuando nos conocimos, se hacía llamar Lisa Callum la muy pécora...


***

Me llamo Theresa Brennan, nací en Londres, tengo una floristería y soy hija bastarda de un hombre escandalosamente rico: Adam Harleyford. Mi madre me lo confesó en su lecho de muerte, y aquí me tienen, dispuesta a ejecutar contra él un temerario plan de venganza.
Pero una no cuenta a veces con las piedras que pueda hallar en su camino, y eso es lo que representa Gabriel Whitfield para mí: un maldito estorbo. Siento su mirada de ébano todo el tiempo encima mío, acechándome, desnudando mi alma. No deja de ausentarse de su puesto de trabajo por razones que nadie sabe, y para más inri, hace que me tiemblen las piernas de deseo cada vez que se me acerca...
No. Esto no puede ser. Debo ser responsable y terminar con lo que he ido a hacer a Harleyford House. Sin embargo, ese asesino en serie que se ha puesto de moda en la capital, juntamente con el Destripador, me está quitando el sueño... dios mío, todas sus víctimas son conocidas mías...

Una escena que abra el apetito:

—¿Cómo... cómo te atreves? —balbuceó.
Le habría dado una bofetada si Gabriel no le estuviera sujetando las muñecas.
—¿Repito la pregunta? —le desafió Whitfield—. Tengo más motivos que tú para sospechar de ti. Te presentas en Harleyford House casualmente en una noche de tormenta, salvas a Felicity de un borracho y te conviertes en su sombra. Después te encuentro hurgando entre sus documentos en el despacho de su padre, y ahora flirteas con Hamilton en tu tiempo libre. Opino que Felicity estaría encantada de enterarse de esto.
—No oses amenazarme. No te importa lo que haga con mi vida.
Las pupilas negras de Gabriel recorrieron sus facciones endurecidas por la tensión. Se consideraba un hombre cabal, que jamás se dejaba dominar por sus instintos, pero Lisa Callum sacaba siempre lo peor de él.
Mandó mentalmente a paseo los modales que le fueron inculcados en la niñez, y sin pensarlo dos veces, la aplastó con su cuerpo y musitó:
—No suelo compartir con nadie lo que considero mío.
Theresa levantó la vista, sorprendida. Notaba la respiración agitada de Gabriel en su rostro, y su cercanía la hacía temblar igual que un pudin inglés.
No podía moverse. Sabía que Whitfield no iba a soltarla. Estaba demasiado enfadado.
Dio un respingo al notar sus amplias manos agarrando su cintura. Los movimientos del administrador eran rápidos y carentes de delicadeza. Tragó saliva cuando escuchó la seductora voz de Gabriel susurrando en su oído:
—¿Por qué vienes a provocarme, Lisa? ¿No sabes que el que juega con fuego acaba quemándose?
Y, dicho esto, le rozó el cuello con un fugaz beso.
—Gabriel... por favor... para.
Whitfield ignoró su ruego. La reacción de Lisa ante la sospecha de que él y Felicity se entendían le dotó del valor que le faltaba para decidirse a lanzarse a aquel precipicio sin fondo. Estaba... ¡celosa!
Rio de felicidad, sin apartarse de la pálida piel de la musa inspiradora de sus fantasías. Aspiró su aroma y se embriagó con su perfume. Al diablo con Hamilton. No perdería esta guerra.
Tess se retorció debajo de él, pretendiendo escapar de las redes que había tejido con sus acusaciones, lo que hizo que Gabriel la sujetara con fuerza. En un tratado acerca de las plantas carnívoras leyó que cuanto más intentaba la víctima huir de su depredadora, más atrapada quedaba entre sus fauces. Y ella estaba a punto de naufragar en las arenas movedizas de los brazos del hombre que le había arrebatado el corazón.
Inconscientemente volvió la cara y buscó sus labios, para saciarse de nuevo con la miel que destilaban sus besos. Whitfield la abrazó, sucumbiendo a la vorágine de sensaciones que le producía su proximidad, y aprisionó su boca con la suya, soltando un suspiro liberador.
Lanzó al suelo las horquillas del pelo de Theresa y hundió sus dedos en los bucles de ébano, complacido al comprobar la suavidad de aquella espléndida cabellera cayendo en cascada a lo largo de su espalda. Desabrochó los primeros botones de su vestido, dejando al descubierto su clavícula y parte de su pleno y maravilloso escote, y exploró con labios famélicos aquel territorio sellado y oculto tras varias capas de ropa.
Quería tocarla, saborearla, sentirla... estampar su huella indeleble en ese cuerpo menudo impidiendo así que pudiera pertenecer a otro. Quería hacerle entender que había destruido toda posibilidad de independencia, de vivir sin dar explicaciones y sin importarle lo que hiciera o con quién durmiera todas las noches.
Anhelaba tener una eternidad a su disposición solo para adorarla, y la revelación de lo que eso implicaba lo dejó aturdido, fuera de combate, indefenso. Lisa Callum había absorbido su último atisbo de cordura al aferrarse a él con total entrega.

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Miranda Kellaway por la presentación.

5 comentarios:

  1. me ha encantado, muchisimas gracias
    no sé con cuál de los dos protagonistas quedarme, muy original.
    gracias al blog y a la autora

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  2. Me ha gustado mucho. Me atrae su lectura.
    Gracias por esta resentación.

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  3. Lindo blog, amiga. Gracias por deleitarnos con tus letras. Saludos...

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  4. Me ha cautivado tu reseña, Miranda, y no me llego a explicar porqué me atraen tanto tus narrativas fantástica....Cada vez que logro con mucho esfuerzo olvidarte vuelvo a tus obras, deliciosamente escritas, para hundirme nuevamente entre sueños y páginas que no pertenecen a este mundo por ser tan maravillosas!...
    Miranda, eres, definitivamente, mi escritora favorita!!!!!!!! Besos! Tu lector de culto
    Carlos Tomás

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  5. Me ha cautivado tu reseña, Miranda, y no me llego a explicar porqué me atraen tanto tus narrativas fantástica....Cada vez que logro con mucho esfuerzo olvidarte vuelvo a tus obras, deliciosamente escritas, para hundirme nuevamente entre sueños y páginas que no pertenecen a este mundo por ser tan maravillosas!...
    Miranda, eres, definitivamente, mi escritora favorita!!!!!!!! Besos! Tu lector de culto
    Carlos Tomás

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